Ciudadanía diferenciada
Es interesante observar las expresiones múltiples que despliega la ciudadanía en tanto teoría como prácticas. El debate en torno a las formas cómo se ha construido ciudadanía cobra vigencia, al poner en relieve asuntos como la incorporación y el reconocimiento de actores históricamente excluidos. Las teorías que confluyen sobre este fenómeno, pueden categorizarse en dos vertiente; por un lado, aquella que explica la ciudadanía desde arriba como una concesión normativa, que dota de derechos y responsabilidades a quienes la poseen, y por otro lado, el enfoque que se centra en la participación como un dispositivo de lucha, demandas y resistencia que conquista y construye ciudadanía.
El concepto de ciudadanía puede ser entendido de diferentes maneras: como una condición de pertenencia a una comunidad nacional, como una condición jurídica de membresía a una comunidad política, como un marco de derechos, como un dispositivo de participación o como un proceso de lucha. En el trasfondo de cada definición existe un entramado de relaciones de poder que buscan legitimar un modelo de sociedad. De ahí el debate en torno a una idea de ciudadanía universal frente a una ciudadanía diferenciada.
La ciudadanía universal está entrelazada con el enfoque liberal elitista que propugna por ciudadanos libres e iguales. Esta igualdad formal no socava las relaciones de opresión y desventajas existentes entre los distintos grupos que históricamente han sido vulnerado y excluidos. Precisamente, centrado en esta crítica los teóricos que plantean la ciudadanía diferenciada, insisten en la necesidad de cerrar las brechas de desigualdad y discriminación para poder construir una plataforma de igualdad sustancial.
Sin duda, las relaciones de poder y las luchas hegemónicas que van más allá del conflicto de clase abren el espectro a nuevas luchas sociales en torno al género, etnia, cultura, etc. Estas luchas están atravesadas por procesos históricos de exclusión, discriminación y opresión. Los mecanismos de in-exclusión han sido los filtros establecidos para incorporar a las clases emergentes desde un enfoque elitista; sin embargo, desde un enfoque diferenciado son los elementos que legitiman las luchas, que no solo apuntan a las demandas de derechos sino a la confección e incorporación de derechos propios.
Los derechos, que son definidos por Amartya Sen como "titularidades, engloban en su seno ideas de igualdad, justicia, dignidad, identidad y diferencias, no solo en torno a individuos sino a grupos. Estos elementos concentran la lucha por el reconocimiento, las disputas se centran en las demandas hacia el Estado y entre la sociedad. Tres formas de reconocimientos están en disputas: derechos políticos de representación, derechos culturales de identidad y derechos de autogobierno. Cada uno de estos derechos implican identidades diferenciadas que apuntan a la inclusión o la autonomía, y su resultado está condicionado por las relaciones de fuerzas, el potencial de resistencia y la capacidad de negociación de actores inmensos.
En ultimas, el proceso de ciudanización no solo refleja los extensos debates teóricos sino todo el escenario de disputas sociales que han contestado los modelos hegemónicos liberales. Sin duda, es todo un cuestionamiento a las formas tradicionales de ciudadanía que la plantea como un estatus jurídico de pertenencias, como un ideal al que toda la sociedad apunta. Este entramado teórico desentraña contingencias y dinámicas de conflicto que se producen en el marco de la ciudadanía.