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Gabriel García Marquéz. Macondo y su universo Sonoro

Contrapunto. García Marquéz

Cien años de Soledad “es un Vallenato de 350 páginas”; es “nuestra Biblia, porque tiene la creación del mundo, profetas, un éxodo y un Apocalipsis”; es “una saga familiar a lo largo de un Siglo”; un juguete literario; un artificio del realismo mágico; un clamor de angustia disfrazado de regocijo; una cábala y un artefacto gitano que hace para deshacer, y deshace para volver a hacer hasta el infinito; una novela que sólo era posible en nuestra América mestiza. En sus páginas se aprecian los retazos de un continente mítico y bello, se vislumbra a “Pedro Páramo” y “La muerte de Artemio Cruz”, “Las Leyendas de Guatemala” y el “Viento Fuerte”, “El Siglo de las Luces” y “Coronación”, “Los Sangurimas” y las “Casas Muertas”. García Márquez configura su universo literario con una prosa musical cargada de poesía, un cosmos imperecedero en donde la magia y la realidad desdibujan sus fronteras.

Macondo es el escenario en donde sobreviene una centuria de amores y guerras, de pasiones e intrigas, de obsesiones y muerte. Macondo “no es un lugar, es un estado del ánimo”, es un sitio imposible rodeado por la ciénaga, es un territorio fabuloso en donde el tiempo transcurre de formas simultáneas; de forma histórica-cronológica, en forma de ciclo, o simplemente se detiene en personas que viven más de ciento cuarenta años de recuerdos, “todo es posible en Macondo”. Fundado en medio de la nada después de la estrepitosa huida de José Arcadio Buendía y su esposa Úrsula, llegó a convertirse en un pujante pueblo, en un refugio de los liberales durante las guerras, en un asentamiento bananero inmisericorde, y en los escombros que el viento se llevó a su paso. La estirpe de la “cola del cerdo” podría ser cualquier familia con apego a sus ancestros, cualquier familia que repita los mismos nombres (y acontecimientos) de generación en generación, cualquier linaje solitario y apasionado que se embriague en las carnes prohibidas familiares.

García márquez

 

El argumento precisa la vida y la muerte, el goce y el sufrimiento de todos y cada uno de los miembros del clan de los Buendía, desde el primero “amarrado al almendro” hasta el último “que se llevan las hormigas”. Un árbol genealógico repleto de incestos y soledades, de empresas inauditas y desquiciadas, de una cruel aceptación de la finitud del recuerdo frente al infinito de la memoria. Son seis generaciones de Aurelianos, Remedios, Amarantas y José Arcadios, retratados con la precisión etérea de un escritor inmortal que conjuga la amenidad del relato con saltos del presente al pasado y un léxico exuberante como la vegetación caribeña. Sus personajes son inolvidables: Melquiades, el anciano gitano que llevaba toda clase de sortilegios y novedades, el brujo que, encerrado en su taller, escribió el pergamino indescifrable con la historia de la estirpe. José Arcadio Buendía, descendiente del pirata Francis Drake, con sus proyectos inagotables e insólitos, con su demencia y desvarío, con su empeño y sagacidad, edificó Macondo y deambuló como fantasma por el almendro; aún años después, cuando los teléfonos llegaron al poblado y trastocaron la concepción de la realidad de los pobladores.

Remedios, la bella, que ascendió a los cielos después de esparcir su fragancia de muerte entre los hombres, después de bañarse desnuda y solemne, inerme a la vida convencional, iluminada por la sabiduría de la inocencia. Memé y sus encuentros sexuales furtivos que dejaron paralítico a su amante por intromisión de su madre y la sumieron en perpetuo silencio. Su hermética madre Fernando del Carpio, educada para reina, con ínfulas de grandeza, aferrada a las tradiciones “hogareñas”, mantuvo correspondencia con los médicos invisibles y provocó el disparo que selló el destino de su hija y su amante. Amaranta, con su guante en la mano, con los labios intactos, tejiendo su mortaja, sobreviviente a la tentación del matrimonio, encarnación erótica para generaciones de sobrinos. Rebeca se chupa el dedo, come tierra y cal, nunca se supo bien si enterraron los huesos de sus padres, ni se esclareció su implicación en la muerte de José Arcadio. Remedio Moscote la impúber, adolescente casada con el coronel, entregada en cuerpo y alma a su esposo, embarazada de gemelos, murió sin poder alumbrar. Pilar Ternera, la cartomancia y sus eternos recovecos del amor, ofreciendo su cuerpo a la segunda generación de los Buendía, y sus habitaciones a la tercera, cuarta y quinta generación. Úrsula Iguarán, matriarca, longeva, administradora de la familia, guardiana de la memoria y poseedora del secreto de la cola de cerdo, captó el ciclo del tiempo y descubrió la maldición que acompaña a su estirpe, un apego vicioso a la soledad. Petra Cotes la concubina que acrecentaba el ganado con cada contacto sexual. Santa Sofía de la Piedad y la caridad perpetúa, son algunas de las mujeres que protagonizan los delirios de los Buendía, que, si bien no consiguieron amar, llevaron y fueron llevados al éxtasis de los cuerpos con ardiente pasión y voluptuosa locura. Mujeres eternas, mujeres mestizas y fuertes, madres, hijas, nietas de Macondo.

Mauricio Babilonia y sus mariposas amarillas; Aureliano Segundo y sus parrandas taciturnas; su gemelo José Arcadio Segundo y la masacre en las bananeras; Arcadio y su cátedra convertida en dictadura. Un caos de nombres, un amasijo de personajes, un intrincado laberinto de situaciones repetitivas, de hermosos párrafos que resuenan para siempre. El coronel Aureliano Buendía promovió 32 Guerras Civiles para perderlas todas; tuvo 18 hijos con mujeres distintas para perderlos todos; recibió condecoraciones, jubileos y homenajes para perderlos todos; se rodeó de ideas liberales, de fraternos compañeros de armas y de pelotones dispuestos a morir por su causa, para perderlos todos; fabricó pescaditos de oro, para fundirlos y volverlos a fabricar y perderlos todos. Contempló con férrea decisión la soledad, con el entusiasmo de quien camina lento hacia la muerte, con el regocijo de quien se aparta de la racionalidad del mundo, con los bríos de quien entiende que hay un abismo infranqueable entre las personas. Al final, Aureliano Babilonia, después de amar a su tía Amaranta Úrsula y concebir al retoño con la “cola de cerdo”, descifrará los misteriosos pergaminos de Melquiades para descubrir “que las estirpes condenadas a cien años de soledad, no tenían una segunda oportunidad sobre la Tierra”.

arbol genealogico 2

Cien años de soledad refleja; en la fundación de Macondo, en la enfermedad del insomnio y del olvido, en los milagros gitanos, en las guerras entre conservadores y liberales, en la matanza de 3.408 trabajadores del banano y en la desaparición de los cadáveres, la fantasía de la realidad de la realidad de la fantasía. En efecto, el 12 de noviembre de 1928 el ejército colombiano disparó a trabajadores del banano que se encontraban en huelga en el departamento de Magdalena, con el respaldo de la empresa norteamericana United Fruit Company dejando un saldo de miles de muertos; episodio casi olvidado de la “historia oficial” y visibilizado de forma literaria.

Cien años de Soledad fue publicada en 1967 y en pocos años se convirtió en éxito editorial, recibió miles de elogios, análisis e interpretaciones, y alcanzó el Premio Nobel de 1982. Gabriel García Márquez escribió la que para muchos es la mejor novela en letra hispana del Siglo XX. Una obra que tiene TODO, cualquier reseña se queda corta.

Dirección, producción y textos: Fernando Endara I.

 

 
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