Hermann Hesse. Un lobo Estepario
Hermann Hesse, premio Nobel de literatura 1946, es uno de los escritores alemanes más influyentes del siglo pasado y uno de los referentes en la “novela de crecimiento” o “Bildungsroman”, en la exploración de mundo interior de sus personajes, en la confluencia filosófica entre oriente y occidente, y, en exponer las contradicciones existenciales de la modernidad. Nacido el 2 de julio de 1877 en el seno de una familia Pietista, modalidad severa de protestantismo, estuvo obligado a vivir según las normas más estrictas de la moral calvinista, en profunda contradicción con su espíritu de “Lobo Estepario”.
Educado bajo el signo de la cruz y la disciplina, pronto comenzó a ser el dolor de cabeza de sus padres, que, en diferentes escuelas, internados y psiquiátricos intentaron normar a Hermann sin hacerlo entrar en sus cabales. La falta más leve se castigaba con severidad en el hogar de Johannes Hesse y Marie Gundert, el alma del muchacho, asfixiada, se debatía en tremendos sentimientos de culpabilidad, miedo y reproche que después reflejaría en sus narraciones. El indomable Hesse se rebelaba desde chico como un individualista insoldable, un hombre espiritual ajeno al mundo infantil y superficial de sus contemporáneos, un ser, con “Alma de niño”, siguiendo su camino personal.
La obra de Herman Hesse es monumental, con tintes autobiográficos publica “Bajo la Rueda” novela que recuerda sus días de internado bajo la opresión religiosa. Aparece después “Demián, el diario de juventud de Emil Sinclair”; aquí nos cuenta la historia del aprendiz y el maestro, los compañeros de vida que escogen caminos separados para reencontrarse después, cuando el Ying y el Yang se equilibre y tome forma de Abraxas. Este paradigma se sigue en muchos de sus trabajos posteriores: “Siddartha” y Govinda, “Narciso y Goldmundo” y en la propia historia de Josef Knetch, “Magister Ludi” del “Juego de los Abalorios”.
La época que le tocó vivir fue tormentosa, la humanidad alcanzó la cima de su destrucción, la maldad se demostró en las guerras mundiales que tiñeron de rojo al mundo, Dios murió y la ciencia fracasó, las esperanzas se perdieron para siempre. Y ahí estaba Hesse, aferrado a las letras y al alcohol, deprimido, ambivalente, en el filo de la vida y de la muerte. Al llegar a los 50 se prometió el suicidio, lo salvó Harry Haller y el Teatro Mágico, su otro-yo “Lobo Estepario”: experiencia de expiación, de interiorización, de magia y misterio, de vanguardia expresionista y surreal. El corazón del hombre alberga los peores crímenes y delitos, el placer y el dolor, el odio y la pulsión de la muerte, tan cercana al impulso del amor.
La pluma de Hesse es universal, practicó todos los géneros: relato, poesía, ensayo. En “Siddartha” nos traslada a la India para mostrarnos el sendero de iluminación del hijo del brahmán: el estudio, la contemplación, y la carne; el misticismo oriental, Kamala, y el Buda; el comercio, los lujos y el río que fluye y que libera, que sana, que es y nada más. En “Narciso y Goldmundo” contrapone la práctica a la ciencia, la sensación al pensamiento, el sentido a la razón en medio de la peste negra; un acercamiento a la novela histórica al estilo pausado, meditabundo y recóndito de Hesse: un viaje a los confines del hombre, sus secretos, pasiones y laberintos. Nadie como Hermann para vislumbrar el problema de una sociedad que obliga a una moralidad intachable, al buen vivir y buen vestir, al buen pensar y bien actuar, que ahoga, en suma, el aliento inalienable del humano, mitad Dios y mitad bestia, que debe ensuciarse en el lodo, hacer daño, sufrir y ser cruel para estar completo. No somos seres de luz, somos luces y sombras, demonios y ángeles. ¿Por qué ocultamos el mal? ¿Por qué renunciamos al mal, cuando forma parte de nosotros?
Este lado oscuro de Hesse se puso de manifiesto en su relación con las mujeres, inestables y caóticas, peligrosas para su ansiada soledad. Compartió reuniones y correspondencia con las mejores mentes de su época, Yung, Thomas Mann y Zweig, admiró a Nietzsche y Goethe, aunque nunca se adhirió a sus postulados extremos. En el “Juego de los Abalorios” nos legó lo mejor de su pensamiento y su pluma, obra en donde confluyen todas sus ideas y saberes, los astros y la música, la poesía y la ciencia, el juego y la trascendencia. Tratado de pedagogía y biografía de Josef Knetch, Magister Ludi, que incluye sus poesías y cuentos de juventud, lo que conjuga una novela total. La parca lo sorprendió la mañana del 9 de agosto de 1962, leyendo “Las confesiones” de San Agustín. El apogeo llegaría después de su muerte, su obra se convertiría en un estandarte de la contracultura de finales de los 60s con reflexiones potentes y vigentes hasta la actualidad.
"El pájaro rompe el cascarón. El huevo es el mundo. El que quiere nacer tiene que romper un mundo. El pájaro vuela hacia Dios. El Dios es Abraxas." Hermann Hesse
Demian es una novela narrada en primera persona que relata el paso de la niñez a la madurez de Emil Sinclair (autobiográfica dicen algunos) y es una de las obras más conocidas y leídas del escritor alemán. Hesse es un narrado excepcional, sus historias atrapan desde las primeras páginas. Utiliza descripciones sutiles y bellas al pintar naturaleza, los ambientes y los paisajes. La historia y los diálogos de los personajes se mezclan con suma destreza y habilidad. En breves y sencillos parlamentos, encierra ideas de una absoluta universalidad, arraigadas en diferentes tradiciones culturales, especialmente orientales. Hermann se caracteriza por retratar situaciones en donde las dualidades se complementan, legando opiniones sobre la búsqueda de un camino de vida personal y una vivencia espiritual basada en el conocimiento de uno mismo. También ha sido criticado por su hermetismo individualista y su poco compromiso con la realidad, en ese sentido ha sido calificado de idealista.
Supongo que es una de las razones por las que me atrapa la obra de Hesse, en el fondo soy algo (bastante) idealista. Emil Sinclair es un muchacho despierto, desde su más tierna edad y como todos nosotros, diferenció la luz de la oscuridad. Creyó que existen dos mundos que se oponen y que están en una lucha constante. (Otra cualidad de Hesse, en mi caso es que siempre me identifico con los personajes, me sucedió en el Lobo Estepario, en Siddartha, en el Juego de Abalorios, en Narciso y Goldmundo y también en Demian).
Conoce entonces a Max Demian, un joven algo mayor, inteligente y con un aspecto de “ungido” que impacta y conmueve profundamente a Sinclair y al poco tiempo se convertirá en una especie de mentor. Demian le enseña interpretaciones diversas de historias bíblicas como la de Caín y Abel, o la del buen ladrón y mal ladrón a los costados del “rey de los judíos” crucificado. A partir de aquí la vida de Sinclair se convierte en una ruta hacia sí mismo, aprenderá diferentes lecciones y tendrá distintos maestros.
La vida de Emil, como la de cualquier adolescente, transcurre de instituto en instituto hasta su ingreso en la facultad. Durante este trayecto aprende sobre el poder de la observación y la palabra, el disfrute y el hastío del alcohol, la pureza de amor y la voluptuosidad de la carne. Dibuja y refleja su interior en las pinturas, sueña y vislumbra con sensibilidad la fusión de las dualidades. Observa el fuego y encuentra la sabiduría de la contemplación. Conoce la doctrina de Abraxas, el Dios que es demonio, la mujer que es hombre, el bien que es el mal, el infierno que es el paraíso, la vida que es la muerte. Dicho sea de paso, dicen que el origen de la palabra “abracadabra” viene de Abraxas.
Para el desenlace de la historia, Emil se reencuentra con Max y conoce a Eva, madre de Demian y la mujer de los sueños de Sinclair, su amante, su madre, su compañera. Un círculo de iniciados con lo más variados intereses se reúne en torno a Eva. Existen místicos, astrólogos, filósofos, investigadores de la antigüedad, estudiantes y demás inquietos y curiosos en pos del conocimiento o de Abraxas. Aquí se perfeccionan los saberes de Sinclair en cuanto entregarse al destino, para conocerse a sí mismo como fin de la existencia. Empezar a vivir sus sueños, muy poca gente vive sus propios sueños, la mayoría vive los sueños de los demás, los que están impuestos en la sociedad. Entiende entonces que estaba equivocada, que los dos mundos que vio en su niñez, la luz y la oscuridad, no se oponen, ni siquiera se complementan, sino que son uno solo: indivisible. Al final estalla la guerra y se confirman los presentimientos negativos que giraban en el ambiente.
El libro está lleno de simbolismos de toda índole, existen muchos toques de espiritualismo, inclusive más que en Siddartha. El final, un poco abrupto, indaga en dos tópicos que subyacen durante toda la novela, en los sueños y en la pintura de Emil, el deseo a la madre y el homosexualismo. Hesse logra combinar estos aspectos en una espiritualidad basada en la superación de la dualidad. De igual forma en Siddartha, el protagonista atraviesa por un aprendizaje de las artes amatorias y la voluptuosidad de la carne, que conforman una parte importante de la espiritualidad. En Abraxas todo está permitido, todo es mistificado.
Existen numerosa críticas a esta obra de Hesse, muchos intelectuales entre los que se incluye Cortazar, consideran que es un trabajo superfluo, excesivamente idealista y poco realista. Inclusive tachan a Hesse de pretencioso o pesado, indican que sus referencias son “pseudo-espirituales”, simplicistas, o de “auto-ayuda”. No se puede negar que Herman fuera un individualista, que privilegiaba la búsqueda de sí mismo y el misticismo, sobre la realidad social de su época, recordemos que entre sus influencias se encuentra Carl Yung, por tanto esta novela está plagada de referencias al psicoanálisis. El inconsciente, los diferentes estadios de conocimiento de sí mimo y los arquetipos, dotan de universalidad a la obra.
Para mi es una gran novela, escrita de manera bella y sencilla, que guarda temas y conceptos interesantes para consultar y expandir el conocimiento. Existe profundidad en estos conceptos que parecen llanos y repetitivos; tal vez la habilidad de Hesse estriba en presentarlos de forma franca y espontánea, con palabras naturales y preciosas que invitan y motivan a los lectores a vivir estas historias como suyas. La universalidad de los contenidos y la destreza narrativa de Hesse han convertido esta obra en clásica y predilecto de lectores jóvenes y adultos en el mundo entero. De millares de personas que siguen su propio camino e intentan vivir sus sueños, aunque nos digan individualistas o idealistas. Estas ideas se continúan en las posteriores obras de Hermann. Quiero destacar que el “Juego de Abalorios” es una novela que propone una sociedad utópica basada en el equilibrio entre la ciencia, la espiritualidad y el arte, que manifiesta un compromiso social, pues plantea ideas y situaciones aplicables para la humanidad de todos los tiempos. No queda claro si Demian es una manifestación física de los pensamientos de Sinclair, o si existe en verdad, otra lectura más atenta me ayudará a comprender mejor varias ideas que se me escaparon.
FRASES
“Cada uno de nosotros contiene el ser total del mundo, y del mismo modo que nuestro cuerpo integra toda la trayectoria de la evolución, hasta el pez e incluso más atrás aún, llevamos también en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas de los hombres. Todos los dioses y todos los demonios habidos, sean entre los griegos, los chinos o los cafres, todos están con nosotros, están presentes, como posibilidades, deseos o caminos. Si toda la humanidad muriese con la sola excepción de un niño medianamente dotado, este niño superviviente volvería a hallar el curso de las cosas y podría crearlo otra vez todo, dioses, demonios y paraísos, mandamientos, antiguos y nuevos Testamentos”.
“La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero. Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo; pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin,viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial. Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a sí mismo puede interpretarse cada uno”.
La “Ruta Interior” es una obra de Hermann Hesse que contiene 3 cuentos sin relación específica entre sí; pero que exploran las mismas oscuras e intrincadas angustias: la culpa, el miedo y la muerte. El escritor alemán, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1946, es un experto en presentar la ambivalencia de los humanos, recrea personajes bombardeados por deseos y sensaciones incontrolables, por anhelos negros que deben abrazarse como iluminación. Las narraciones son: “Alma de Niño”, “Wagner y Klein”, y “El último verano de Klingsor”.
El primer relato “Alma de Niño”, nos recuerda un episodio de la niñez de Hesse en su severo hogar pietista-calvinista, donde la falta más leve se castigaba con brutalidad física y cuestionamientos morales. El protagonista es conducido por la causalidad a robar unos higos de su padre, el delito y el robo que alberga en su corazón salen a flote de manera inexplicable. Después, culpable y mentiroso vagabundea por las calles hasta agarrarse a trompadas con un colega de su edad, los aspavientos producen heridas, moretones, susto y repulsión. El miedo es el hilo conductor del texto, miedo a la culpa, a la condena, al desliz. De vuelta al cálido hogar se encuentra la fría reprimenda, el autor deja ver la semilla del pecado alojada en su “alma de niño”.
“Wagner y Klein” es un excepcional episodio de vanguardia surreal y expresionista que coloca al impulso del amor cercano a la pulsión de la muerte. Klein lo deja todo, abandona su profesión, hogar y buen nombre huyendo de sus instintos, tendencias criminales y suicidas, siempre hacia el sur. Wagner el incomprendido que asesinó a su esposa, a sus hijos y se mató; condenado por la opinión pública, únicamente los espíritus enfermos como el de Klein podrían comprender esta disposición de su ánimo, esta voluntad íntima de amor mortal, ese apetito imperioso e insaciable de volver al origen, al interior, a uno mismo. Las noches son terribles para Klein, soledad, amargura y locura invaden sus pensamientos, su desesperación contrasta con la calidez de sus días, endulzados por las piernas, la mirada y el porte de Teresina, su amante fatal. Descubre la maldad efervescente en la especie, en sí mismo, y contrariado, entenderá al final que lo único posible es dar rienda suelta, dejar ser. Un anhelo lóbrego consume cada noche almibarada, ni el placer de la carne lo saca de sus meditaciones: el individuo y el conjunto. Klein prefigura al “Lobo Estepario”, escurridizo y taciturno en manada o aullando solo bajo la luna. Una pieza magistral de Hesse, su obra más sombría, más cercana al último aliento. El final en la barca es sublime, se percibe la ilusión de la muerte y de la vida, se divisa el reflejo del Dios en nosotros.
“El último verano en Klingsor” nos cuenta los últimos días de vida de un famoso y consumido pintor. Su filosofía es “beberse la copa de lleno”, disfrutar de las pequeñas cosas y retratar en el lienzo, el propio lienzo de su alma embriagada. Una suerte de manifiesto expresionista atraviesa la historia, un alegato de trascendencia imposible, mística oriental para superar a la muerte. Este tríptico aterrador, es conflictivo y profundo, como en sus otros libros Hesse se erige como un maestro de la narración, un profeta que muestra el sufrimiento del hombre, esperanzado en fundirse con el todo a pesar de la desazón en la existencia. Una vez más Hesse, el Lobo Estepario, elige su propio camino.
Hermann Lauscher es un libro íntimo, “de confesiones para mí y mis amigos”, es la historia de un poeta que transita el arte del verso con delicados debates filosóficos, temas que avizoran las futuras exploraciones de HH: las hondas contradicciones de las personas y la búsqueda de un sendero de liberación personal. En estas páginas encontramos a un autor primigenio, novel, con una pluma adornada, clara y universal que en ocasiones se escapa de lo real para sumergirse en las regiones de lo etéreo, en oníricos paisajes, fantasías y viajes espirituales; condiciones que desarrollaría en su trabajo posterior con sumo cuidado y elegancia.
Los escritos de Hermann Lauscher narran algunos aspectos biográficos, siendo los más interesantes los capítulos incluidos en la segunda edición (1920): “Lulú” y “Noches de Insomnio”. En Lulú, “el poeta Lauscher”, nos presenta una extravagancia, un cuento, una fábula con tintes medievales, de transmigración de tiempo y espacio, de princesas y reinos olvidados que habitan en los sueños, la poesía y las encantadoras formas femeninas. Un sólido relato que embriaga con deleite a cualquier amigo personal de Hesse. En “Noches de Insomnio” le rinde culto a la musa, la única, la eterna y compañera de los hombres, la que supera a la muerte, amiga de todos, siempre disponible, la temible, silenciosa y amante soledad.
“Viaje al Oriente” es un libro iniciático, es una ruta y un rito. Nos encontramos a un Hesse maduro, nobel y con la pericia de un maestro. Suavemente nos deslizamos por las palabras y el aroma oriental, nos dejamos conducir por una leyenda y el “Círculo”. Los discípulos que emprenden el fabuloso viaje por tierras mitológicas, cabalgando junto al quijote, con Wagner, con el pintor Klingsor, del Siglo de Oro a la Edad Media, con Goldmundo, con Longus, el Lauscher y Leo el profeta, el líder que se marchó para siempre. El propio HH será el narrador de este texto que retrata la búsqueda espiritual, la pérdida de la fe y el encuentro final con uno mismo y el universo. HH persiste en el deber de las personas de ser fieles a sí mismo, nos recuerda las cosas importantes de la existencia, aquellas que carecen de valor económico y son irracionales para el vulgo como la imaginación, la música, la lírica y el arte; cuando se pierden, la vida misma, se pierde.
HH intenta describir su “Viaje al Oriente” sin recordarlo, sin revelar los secretos del “Circulo”, ¿Cómo habar del viaje sin desvelar al Círculo? En aquel tiempo de entreguerras, de caos y desesperanza, las miradas se volcaron a lo exótico, a lo místico y esotérico: fue muy difícil diferenciar a los charlatanes de los maestros. Y Leo era uno de ellos, el “Superior de los Superiores”, el más solicito y servicial, criado al auxilio de todos, noble compañero, sabio consejero y amigo prudente. Las cosas sucumbieron cuando Leo se fue, hubo desunión, se produjo la catástrofe, los más desertaron, se cobijaron de razón. Y es que la lógica condena al alma, el razonamiento reduce a la fantasía, la inteligencia somete a la inventiva y a la magia. Leo es el niño interior que alguna vez fuimos, el que nos reclama cuando nos apartamos del camino, quien nos indica, en lo profundo, si nuestros actos fueron oportunos o nefastos. El que volverá a nos, después del quebranto, en los instantes finales almibarados de la vida.
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