*Elthon Rivera Cruz
Cuando en 2018 gran parte de la población nicaragüense se volcó a las calles en resistencia cívica y pacífica contra el actuar violento del gobierno autoritario de Ortega y Murillo, el espectro de acción noviolento fue amplio: marchas, piquetes (pequeños grupos de personas), plantones, tranques (barricadas), actos culturales, convenciones, entre otros. Todo esto se hizo con el fin de unir fuerzas y demandar libertad, justicia y democracia. Se exigió, además, el cese del uso excesivo e injustificado de la fuerza policial.
Conforme las agresiones gubernamentales crecieron, las posibilidades de accionar de forma presencial disminuyeron. La restricción fue tan fuerte que incluso pararse en una esquina o una calle con una bandera de Nicaragua quedó prohibido en el país. Quienes se atrevieron a hacerlo se enfrentaron a la violación de sus derechos, como fue el caso del joven estudiante Sergio Beteta, quien actualmente se encuentra en prisión por haber protestado aún cuando se encontraba solo.
Esto ha provocado que la acción noviolenta sea menos evidente en las calles, pero ha permitido que la resistencia civil encuentre nuevas trincheras desde donde actuar de forma pacífica y eficiente. Los espacios digitales se han convertido en una alternativa para las protestas antigubernamentales, como lo señala Expediente Público en su artículo Las redes sociales: la otra última trinchera del activismo nicaragüense.
Es así que desde el ciberactivismo podemos identificar algunas experiencias. Es el caso del Proyecto ExiliaD.O.S, donde los jóvenes exiliados desarrollaron arte de protesta desde los espacios digitales para visibilizar las luchas y desafíos a los que se han enfrentado activistas y defensores de derechos humanos que, en resguardo de su integridad, se vieron forzados al exilio. Este fue el primer movimiento noviolento que realizó una serie documental, cápsulas informativas y producciones audiovisuales sobre la salida forzosa de cientos de nicaragüenses. Fue una forma de romper la censura que el gobierno autoritario ha querido imponer. Otra estrategia de incidencia digital se observa en Centro Paz, que es una organización defensora de derechos humanos y promotora de la cultura de paz en América Central. Ellos han realizado producciones digitales desde su programa de cultura, con manifestaciones artísticas para crear contenido de protesta y visibilización de las violaciones de la dictadura orteguista.
Por otra parte, siguiendo en el campo del ciberactivismo, los movimientos estudiantiles crean infografías, videos de denuncia y campañas digitales, como la desarrollada en el 2018 y 2019 en las redes sociales contra la dirigencia del movimiento estudiantil oficialista Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN). Se publicaron contenidos con el hashtag #UNEN_No_Me_Representa. Esto restó muchísima legitimidad y credibilidad a dicho movimiento prodictadura y se consiguió que, tanto a nivel nacional como internacional, se reconociera a UNEN como el brazo político represor de la dictadura en las universidades. Ciertamente, el activismo digital mantiene a flote las denuncias y demandas sociales, pero también logra aumentar la seguridad de las y los estudiantes al reducir el riesgo físico.
Otro terreno donde se ha hecho presente el ciberactivismo es en el campo económico, tales como los paros de consumo y boicots. Uno de ellos, el más exitoso, ha sido la campaña emprendida contra la empresa de gasolineras afiliadas al régimen dictatorial, DNP Petronic, que se fue a la quiebra tras las acciones de la oposición convocada desde las redes sociales. El economista nicaragüense Marco Peña trató el tema en un artículo publicado en este blog, donde afirma que se redujo drásticamente el consumo ciudadano del combustible ofrecido por la petrolera.
Cuando el régimen de Daniel Ortega identificó el poder del activismo digital, emprendió nuevas formas de ataque desde el Estado. Una de estas fue la creación de una ley de ciberdelitos, Ley 1042, que buscó castigar la libertad de expresión para criminalizar la acción cívica desde las redes sociales. Con dicha normativa logró poner tras las rejas a algunas personas, como al activista de la plataforma digital Mentes Libres, Yoel Sandino. Estas formas de represión sí crearon temor, pero no lograron detener la ola de activistas que se ha fortalecido en los espacios digitales.
Cuando la ley no fue suficiente, la dictadura procedió con la creación de un laboratorio de bots, aunque tuvo un impacto muy pequeño en comparación al gran número de opositores que desde las redes mantienen resistencia cívica noviolenta, efectiva y segura. Por mucho que el régimen dictatorial ha intentado frenar la fuerza de activistas desde la trinchera digital, no ha podido y cada día pierde más terreno en dichos espacios.
Para finalizar, se pueden puntualizar los beneficios y logros que se ha conseguido con el activismo desde la web:
- Incremento del número de activistas y personas que se atreven a alzar sus voces desde la vía digital.
- El dominio de una trinchera desde la cual se puede hacer resistencia civil, en la cual el régimen tiene menos fuerza.
- Mayor alcance de las campañas, artes y otros tipos de acciones noviolentas.
- Acción noviolenta desde cualquier parte, incluyendo desde otros países (exilios).
- Fortalecimiento del conocimiento en temas digitales y tecnológicos y su aplicación en el activismo.
Se pueden mencionar muchas otras cosas positivas, la lista seguiría creciendo. Cuando de acción noviolenta se trata, la innovación y la creatividad son fundamentales para los activistas, periodistas, defensores y defensoras de derechos humanos e incluso la sociedad civil en general. Las redes sociales y otros canales digitales les han permitido encontrar más posibilidades para que sus luchas puedan seguir adelante.
*Activista y defensor de derechos humanos, con enfoque especial en los derechos estudiantiles y libertad académica. Facilitador de sinergias entre acción noviolenta y construcción de paz.
Publicado: 30 de junio del 2022