favicon
  • May 07, 2024
  • 8 minutes
filter: 0; fileterIntensity: 0.0; filterMask: 0; module: h; 
hw-remosaic: 0; 
touch: (-1.0, -1.0); 
modeInfo: ; 
sceneMode: Night; 
cct_value: 0; 
AI_Scene: (-1, -1); 
aec_lux: 254.64551; 
hist255: 0.0; 
hist252~255: 0.0; 
hist0~15: 0.0;

Niños chirimeros, una apuesta para afrontar contextos adversos

René Conde

Nacer y crecer en el suroccidente colombiano implica familiarizarse con el paisaje que se moldea con la ganadería y el espíritu de los sembradíos de café. Significa transitar los caminos que atraviesan las aguas del río Yuma o río Amigo, hoy conocido como río Magdalena, y también del río Bredunco, según dicen, el nombre antiguo del río Grande o río Cauca. Es una geografía que se moldea también con la obra de gente trabajadora. Hacia el sur del departamento de Huila hay poblaciones campesinas, mestizas, nasas y yanakunas. En el Cauca también se encuentran estas etnias, así como las poblaciones negras y misak. El suroccidente encarna el idilio de vivir en el campo en medio de árboles frutales, aves de múltiples colores y músicas de flautas y tamboras.

En medio de ese paisaje de cualidades diversas, a 1720 m s. n. m. y entre las cordilleras occidental y central, nos encontramos con el Valle de Pubenza. Allí se localiza Popayán, una ciudad blanca de arquitectura colonial donde 400.000 habitantes construyen día a día una vida digna en una economía eminentemente informal. Es una ciudad de altos contrastes, que después del terremoto de 1983, empezó a reconfigurarse territorialmente, a expandirse desordenadamente. Hoy día es un centro urbano donde coexisten las oportunidades con profundas desigualdades y violencias.

Popayán es una ciudad eminentemente urbana, y tiene un sector rural que ocupa apenas un 10% de su extensión territorial. Cuenta con 9 comunas y 23 corregimientos. De esas 9 comunas, vamos a poner sobre la mesa lo acontecido durante el último trimestre del 2021 en la Comuna 5, específicamente, en el barrio Los Braceros. Se trata de un barrio de alta vulnerabilidad socioeconómica donde la presencia del Estado es mínima.

Los Braceros es un lugar de profundas complejidades. Hay pandillerismo, microtráfico, hurto y múltiples formas de violencia cotidiana que vinculan a los niños y a las niñas a un conflicto permanente. En cierta forma, todos buscamos diariamente crear una sociedad en paz, ponemos alma, corazón y sombrero en la construcción de escenarios donde primen las relaciones sociales recíprocas y respetuosas. También hay un elemento histórico que vale la pena resaltar: la sociedad local se encuentra organizada, preparada para responder a las dificultades de la vida cotidiana.

La Junta de Acción Comunal del barrio Los Braceros, en asociación con la Organización para el Desarrollo Urbano y Campesino (Ordeurca) y la Fundación para el Desarrollo Urbano y Campesino (Fundeurca), llevó a cabo el proyecto Escuelas para la Convivencia, el Diálogo y la Paz. Este proyecto tuvo como objetivo fortalecer la articulación interinstitucional con el barrio, la reorganización de los mecanismos de trabajo colectivo entre la comunidad y la atención a ciertos aspectos educativos y de salud mental.

Como parte del proyecto codirigí la formación en músicas tradicionales (chirimía) para niños y niñas de diferentes edades y con capacidades diversas. Junto a David Ricardo Moreno, Karolain Julieth Erazo y Daniel Cajas, estructuramos la propuesta de Escuela de Músicas Tradicionales para el Diálogo y la Convivencia.

Esta Escuela empezó su labor con la comunidad del barrio Los Braceros, atendiendo a una población infantil deseosa de estímulos artísticos y ternura, viviendo en medio de un escenario de violencias naturalizadas. Tan reveladora fue esta cuestión que, durante el primer ejercicio realizado con los niños y las niñas en el uso de algunos otros instrumentos como mates, charrascas y tamboras, pudimos identificar desigualdades constantes en las relaciones de género, bullying/matoneo y riesgo significativo de consumo y venta de estupefacientes.

Para la época, en el barrio Los Braceros no existía un salón comunal que pudiera acoger nuestras actividades. Tuvimos que tomar el espacio público: un escenario deportivo que se utilizaba simultáneamente para jugar al microfútbol. El acceso cotidiano al espacio de enseñanza nos ponía casi siempre en un contexto tenso de control territorial donde jóvenes de la comunidad, como miembros del parche/pandilla del barrio, garantizaban la seguridad armados con todo tipo de objetos cortopunzantes.

El acuerdo comunitario entre todos los actores que usábamos ese espacio dictaba que a los profesores había que cuidarlos. Ese aspecto siempre fue respetado en parte, creemos, porque los niños siempre nos recibían con los brazos abiertos en la entrada del barrio. Entre risas y algarabía nos llevaban por esa larga hilera de casas con paredes de zinc, de madera o de concreto que conducían al Polideportivo.

La actitud de los niños frente a nuestra llegada reveló su carácter como mediadores, incluso, dentro de escenarios de violencia generalizada. Nos dio alegría observar que su ternura se abría camino en medio de las tensiones sociales, mostrando que pueden solucionar sus conflictos. El juego para los niños es una cosa seria, por eso fue el medio empleado para estimular sus capacidades en la resolución de conflictos, el trabajo colectivo, la solidaridad, la autonomía y la disciplina.

Hacer música sin miedo, entre risas y también entre danza, permitió que los pequeños poco a poco fueran mostrándose más espontáneos y confiados en nuestra labor y compañía. Aprender a escucharnos era el reto porque, como reflexionaba Paulo Freire, los que no escuchan terminan por gritar para imponer sus ideas. La propuesta era que la comunicación fuera lo más horizontal posible con los chiquillos, y entre ellos mismos. Al mismo tiempo se desarrollaban los compromisos y las capacidades musicales en la interpretación de ritmos básicos de la región con los instrumentos característicos del formato tradicional de chirimía.

Las músicas tradicionales expresan en sus sonidos un fuerte arraigo con el lugar que les da origen. Por eso, a ritmo de marcha, empezamos el aprendizaje haciendo un recorrido por el barrio, partiendo del hecho de que solo se conoce lo que se camina. Era importante el recorrido para evidenciar la música en el contexto social debido a que, ante el sonido de las flautas y tambores, la gente casi siempre se convocaba al espacio público o detenía sus labores para evocar las nostalgias que inducen las melodías de antaño. Esto nos permitía a todos la oportunidad de acercarnos y amistarnos y a los músicos, en particular, nos daba la responsabilidad de ser el medio para hilar lo comunitario. Los niños estaban muy felices jugando a ser músicos/chirimeros durante estos primeros ejercicios. Se empezaron a sentir acogidos y libres de transitar formas de ser, creer y crear que partían de la cooperación y el respeto mutuo y no de la competencia.

De la marcha pasamos al porro, un ritmo más alegre que invita a la danza. Así empezamos también a vincularnos a lo festivo, a la posibilidad de participar de las actividades barriales. Los niños empezaban a sentirse parte de algo significativo dentro de un contexto de relaciones de poder que los ubicaba como una mínima expresión. Había que nombrar la chirimía y había que agregar la melodía. Pronto entre todos construiríamos nuestras flautas.

Reunidos en círculo, y a través de una lluvia de ideas entre los niños, decidieron que su grupo de chirimía se llamaría Los alegres de Los Braceros. Por otro lado, ese mismo día hicimos con David Ricardo Moreno más de 30 flautas didácticas de tubos de plástico (PVC), un material que se usa en Popayán en reemplazo de una planta llamada mata de flauta que en la zona rural se utiliza para hacer los instrumentos.

Sorpresivamente, cuando nosotros repartimos las flautas entre los estudiantes, en un gesto espontáneo y colectivo, muchos niños empezaron a jugar a darse puñaladas imaginarias con las flautas. Quienes no tomaron la iniciativa del juego terminaron siendo victimizados por los espadachines. Como profesores evidenciamos con sorpresa la práctica y, medio en serio y medio en broma, les preguntamos qué hacían. Ellos nos respondieron ¡Jugando a ñeritos! Es decir, lo que algunos niños estaban haciendo era imitar los patrones de comportamiento de sus amigos y vecinos ñeritos: sujetos urbanos en vulnerabilidad socioeconómica fruto de la precarización, la desigualdad y la violencia que habitan en barrios como Los Braceros. 

Entonces, nosotros pudimos observar lo significativo que es la construcción de las mentalidades infantiles, la influencia del contexto. Los niños en su plasticidad mental, permanentemente están creando formas de reproducir la sociedad que les circunda a través del juego. Si como sujetos, los niños están expuestos a estos contextos violentos, muy posiblemente, esos elementos también se expresen en la relación con sus semejantes. La imitación de patrones sistemáticos ha sido una manera histórica y evolutiva de aprender y legar nuevos conocimientos y comportamientos que da cuenta de la relación biocultural que tenemos como especie.

Desde esa perspectiva, es importante que quienes trabajamos dentro de lo educativo con propuestas de paz, seamos conscientes de llevar a cabo proyectos sostenidos en el tiempo que nos permitan plantear un cambio cultural. Por otro lado, la experiencia de la Escuela de Músicas Tradicionales para el Diálogo y la Convivencia da cuenta de la necesidad de brindarles a los niños de todos los territorios la posibilidad de acceder a la educación artística como herramienta para su desarrollo social, cognitivo y motriz.

Finalmente, debemos decir que pudimos lograr que la música fuera un medio para unir diferentes generaciones en torno al objetivo del aprendizaje musical en la infancia. En la práctica, logramos el fortalecimiento comunitario, la reconstrucción del salón de la Junta de Acción Comunal del barrio, la dotación de instrumentos y una renovada conciencia frente a la manera de solucionar los conflictos. Frente a lo que nos queda pendiente, podríamos observar que este tipo de proyectos siempre se ven comprometidos en su funcionamiento debido a limitaciones presupuestales. La escuela, por ejemplo, actualmente está desfinanciada: no cuenta con personal humano que pueda desarrollar las actividades. Nos queda la posibilidad de seguir sumándole a la paz desde diferentes nichos en la medida que se logra también la sostenibilidad económica de estas propuestas.

accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta #

Patner Logo