Rodrigo Ayarza
En un mundo marcado por la violencia, los discursos de odio no sólo fragmentan y confrontan a la sociedad, sino que también la despojan de su humanidad. Esta realidad impacta en nuestros lazos, percepciones y emociones, restringiendo la búsqueda de significado que podría impulsar un cambio positivo.
Es evidente que las narrativas violentas tienen un papel crucial en la interpretación: nos revelan cómo las palabras pueden ser armas que amenazan, silencian y excluyen. En medio de escenarios violentos, las respuestas suelen ser intimidantes, y los discursos extremadamente polarizados obstaculizan el diálogo constructivo. Al limitar la diversidad de perspectivas, se otorga legitimidad al relato impuesto por unos pocos, marginando a otros.
Descubrimos como una narrativa violenta puede impactar en la cultura, en la comunidad y en una política, según a quien incluya o excluya. Una narrativa puede ser una herramienta de transformación o de perpetuación de la violencia.
¿Es posible desaprender la violencia y encontrar alternativas? Este texto se sumerge en las narrativas noviolentas, investigando cómo podemos desaprender la violencia y rescatar expresiones que han sido silenciadas.
Desaprender la violencia significa rechazar los discursos y narrativas dominantes que se producen cada vez que alguien silencia la voz del otro. También significa tomar acciones para deslegitimar diferentes formas de imposición. Para alcanzar estos objetivos he desarrollado, a lo largo de nuestro continente, una metodología basada en narrativas noviolentas.
Diversos grupos de individuos se resisten a considerar la violencia como algo inherente. Optan por desafiarla y alzar la voz en contra, rechazando su normalización, y están decididos a compartir sus historias. Con el propósito de rescatar esas experiencias marginadas, nos enfocamos en la pedagogía crítica noviolenta.
Dicha pedagogía está estrechamente ligada al proceso de reconocer y validar la perspectiva del otro como un elemento crucial. Implica dejar de lado prejuicios que nos limitan, abandonar nuestra propia óptica para comprender al otro desde su propio ámbito de experiencias y así construir conocimiento en conjunto.
Narrar la noviolencia implica recuperar expresiones silenciadas, redescubrir y resignificar historias que aún resisten. Se trata de historias que nos permiten vislumbrar realidades más amplias porque simbolizan la identidad colectiva y nos guían hacia otras alternativas a la violencia. Si una narrativa incluye diversas perspectivas y experiencias, entonces, puede enriquecer la cultura al fomentar la comprensión mutua y la presencia de la diversidad.
Podemos ilustrar, de manera concreta, algunas experiencias desde las narrativas noviolentas. Aquí comparto algunas.
Experiencia 1: un futuro resiliente
En el contexto de la especialización universitaria Diplomado latinoamericano multidisciplinario: fortalecimiento de la protección integral de la niñez y adolescencia, desarrollada por la Universidad Rafael Landívar de Guatemala y la Red de Prevención de la Violencia de América Latina, tuve la oportunidad de facilitar diversos talleres de formación con 80 profesionales de todo el continente para abordar una situación concreta de exclusión desde la perspectiva de la resiliencia.
Para llevar a cabo esta iniciativa, se crearon diez grupos virtuales compuestos cada uno por ocho personas de distintos países. Juntos exploramos alternativas mediante la metodología de las narrativas noviolentas. De esa manera, logramos describir y proponer formas de superar la adversidad que enfrentan los grupos más vulnerables de la población. Nos centramos en generar alternativas creativas frente al rechazo y la exclusión provocados por la violencia.
De esa forma, las narrativas noviolentas se convirtieron en una herramienta poderosa para rescatar las experiencias de una población resiliente. A través de estas historias, encontramos caminos hacia un futuro más esperanzador y resistente.
Experiencia 2: tiempos de pandemia, una cultura que no abraza ni deja abrazar
Durante la pandemia del coronavirus, me propuse el desafío de narrar respuestas alternativas de inclusión. Reuniendo a personas del ámbito social y educativo de América Latina, reflexionamos durante el aislamiento sobre las respuestas alternativas a la violencia en diferentes países. Utilizamos las narrativas noviolentas como nuestra herramienta. Aquí les comparto parte de la narrativa creada:
La madre le advierte a su hija Yuna, de tres años, «Está el bichito, no puedes salir afuera, ¿eh?» Un niño en Nicaragua, aburrido, no consigue hacer nada, comparte el mismo sentir que otra niña en Colombia, que ve cómo se le pasa la tarde sin poder jugar con nadie. En la región de los andes, decenas de niños y niñas recorren kilómetros y suben a lo alto de un cerro para obtener conectividad, mientras que un joven en Río de Janeiro, Brasil, abandona los estudios, su prioridad es sobrevivir. Decidido, abre la puerta de su casa, atraviesa en la madrugada las desérticas calles de su barrio, Ciudad de Dios, se sube al transporte que lo llevará por primera vez a vender cosas al centro de la ciudad. A cuatro mil kilómetros de ahí, en la selva del Amazonas peruano, una joven en su barca aguarda en silencio sin poder acercarse a la orilla, tan solo a unos metros la esperan sus seres queridos. Obligada a deshacer el eterno ritual del abrazo por miedo a los contagios, comienza a alejarse del lugar, cuando escucha un tibio aliento: «no se olviden de nosotros».
La pandemia, al impactar a toda una generación, ha puesto al descubierto una compleja red en una geografía marcada por notables contrastes. Nos hemos percatado de que legitimar la cultura del aislamiento conlleva un alto riesgo de fracaso, ya que esta no promueve ni permite el contacto humano.
A través de estos relatos, hemos descubierto voces que nos han conectado con diversas vivencias. Hemos explorado una amplia gama de perspectivas, reconociendo el poder revitalizador del trabajo colaborativo, la confianza mutua y el respeto hacia el otro como pilares fundamentales para construir un sentido de comunidad. La inclusión de estos relatos nos ha brindado la oportunidad de vislumbrar la posibilidad de crear una narrativa alternativa que confronte los estragos de la pandemia, enfrentando sus impactos y desafiando sus silencios.
En este viaje, hemos hallado la esperanza y la fuerza necesarias para fomentar una cultura más acogedora, solidaria y empática.
En estas experiencias, hemos aprendido que responder a un conflicto con violencia implica que una idea excluye a la otra, perpetuando relaciones donde una parte prevalece y la otra se somete. Pero, a través de la metodología de las narrativas noviolentas, descubrimos que es posible construir alternativas: desaprendiendo el enfoque verticalista y las prácticas que legitiman la exclusión.
La narrativa es el lugar donde está en tensión la búsqueda de significado, es el lugar donde coexisten diversas miradas. Podemos preguntarnos qué significa herir, amenazar, silenciar o marginar, pero también podemos reflexionar con otras personas y descubrir las respuestas alternativas ante la violencia, como crear oportunidades dignas para crecer, sanar, romper el silencio, reconocer y legitimar al otro. De esa forma, nos reconocemos como actores creadores de alternativas a la violencia.
En nosotros reside el potencial no solo de imaginar, sino también de narrar y transformar. Les invito a descubrir la energía transformadora de las narrativas noviolentas, a liderar un cambio de paradigma: avanzar hacia respuestas noviolentas, desaprendiendo la violencia y tejiendo un futuro más esperanzador.
Rodrigo Ayarza
Es el creador de la metodología de narrativas noviolentas como una herramienta que puede utilizarse para la transformación noviolenta. Además, es formador en transformación de conflictos y cultura de paz.