Thaís Rubio Silva
Vivimos en una época globalizada que ha traído consigo tanto impactos positivos como negativos. En este texto nos centraremos en lo positivo, partiendo desde la idea de estar conectados con distintas causas. Esto nos hace sentir identificados unos con otros para actuar en conjunto como una forma de resistir de manera noviolenta. El sentido de comunidad es algo que se debe destacar al momento de hacer activismo porque nos invita a colaborar en una misma lucha. La acción constante es fundamental y siempre surgirán nuevas iniciativas para alcanzar un objetivo compartido.
Uno de los problemas que afecta a toda la humanidad es la actual crisis climática que ha impactado a varias poblaciones, comunidades y ecosistemas. Las iniciativas para preservar el medio ambiente abarcan desde la oposición a prácticas extractivas hasta la resistencia contra las políticas neoliberales de gobiernos y corporaciones transnacionales. Estas manifestaciones de resistencia civil se dirigen a diversos actores que, de una u otra manera, perpetúan prácticas que han exacerbado e incluso han acelerado la crisis que enfrentamos en la actualidad. En este escenario adverso se necesita actuar desde lo colectivo.
¿Por qué? Porque estamos inmersos en la problemática mencionada y se requiere accionar desde la resistencia civil y los diversos activismos en los espacios afectados por la crisis del medio ambiente.
Los océanos, mares y ecosistemas marinos han sufrido las mayores consecuencias por esta crisis. Son un elemento crucial para la naturaleza y los seres que habitan ahí, pero también para cualquier ser viviente. El agua es un elemento que representa la vida. Por esta razón quiero compartir el caso del colectivo Mingas por el Mar, como una experiencia colectiva noviolenta.
Desde su nombre podemos identificar sus principales acciones. Las mingas son básicamente una actividad de trabajo colaborativo, de carácter voluntario y tienen una utilidad social. En ese sentido, Mingas por el Mar se dedica a la limpieza no solo de playas, sino de manglares, bosques, cascadas, islas e inclusive zonas urbanas y sus parques. Se hace con el objetivo de evidenciar la contaminación de plásticos, a pesar de que Ecuador tiene una ley sobre plásticos de un solo uso.
En esta labor no solo se incluye la limpieza. También se realiza la clasificación y análisis de residuos: los componentes que tiene, la empresa a la que pertenece y la actividad comercial a la que está ligada. Este tipo de actividades permite, además, incidir en la política pública porque se levanta un informe con todos esos datos, anualmente. Así se puede determinar que la ley de plásticos de un solo uso no es efectiva al cien por ciento y que aún quedan cuestiones por mejorar para que las empresas de carácter nacional e internacional cumplan con la normativa.
Entre las múltiples actividades de Mingas por el Mar se encuentran los talleres sobre los residuos más encontrados en mingas: los cabos pesqueros. El propósito es reducir su uso e implementarlo de forma menos contaminante, educando creativamente a los pescadores. Por ejemplo, en 2022, Mingas por el Mar realizó el campeonato La Nueva Pesca donde la comunidad de Playa Villamil, ubicado en la provincia de Guayas, recogió 2.385 kg. de basura. De esta manera se generó conciencia ambiental y se evidenció el impacto que la basura genera.
Otra actividad que realizan como colectivo son las auditorías de marcas. Esta estrategia, en conjunto con el informe y sus datos, evidencia qué empresas generan más contaminación de residuos por plástico cada año. El colectivo Mingas por el Mar también se ha unido a iniciativas globales como el World Clean Up Day. En esta actividad varias organizaciones se involucran en la recolección de residuos en ecosistemas marinos. Todas estas acciones involucran voluntarios, expertos, personas de la comunidad, empresas y organizaciones, con el fin de generar un mensaje que poco a poco penetre en la sociedad ecuatoriana. La idea es lograr un cambio en las formas de consumo, producción y tratamiento de los diferentes productos que ocasionan contaminación.
Como se ha mencionado, el colectivo no solo concentra sus acciones en entornos con agua, sino que se extiende hacia zonas urbanas. Esta participación geográfica es dispersa y facilita que varias personas de distintos lugares puedan sumarse a la causa, independientemente de su ubicación. Esto proporciona mayor visibilidad hacia la sociedad ecuatoriana que no está familiarizada con estas actividades e inclusive aporta a otras luchas ambientales en distintos países.
En otras palabras, moviliza a la población y los involucra desde sus entornos en la acción climática, convirtiéndose en una resistencia transnacional. En Latinoamérica, los problemas ambientales que enfrentamos son similares debido a la ubicación geográfica: los crímenes cometidos contra ambientalistas o la inserción de corporaciones internacionales de carácter consumista y extractivista. Esta resistencia transfronteriza brinda más fuerza para negociar y/o reforzar políticas que protejan al medio ambiente y divulguen la justicia climática.
En cuanto a la cooperación con otras organizaciones podemos percibir que han logrado una sinergia gracias a la buena comunicación que mantienen, ya que al compartir la lucha contra la crisis climática logran identificarse entre sí como pilares de apoyo. Además son aliados porque fortalecen el movimiento ambientalista ecuatoriano. La fusión de las acciones mencionadas les ha permitido tener acercamientos con instituciones educativas y organismos internacionales que, de alguna u otra forma, les ha posibilitado incidir en espacios de toma de decisiones.
En conjunto, podemos denominar que existe un poder pluralista. El colectivo Mingas por el Mar está en constante cooperación en temas de educación, promulgación y elaboración de políticas e incidencia para que la ley de plásticos de un solo uso se cumpla y concrete. El poder está en cada una de las personas y organizaciones que se involucran en las actividades, desde un sentido no jerárquico y más colaborativo.
En la actualidad, el accionar frente al cambio climático es una forma de resistencia civil porque estamos ante un modelo de producción sumamente destructor con la naturaleza y sus recursos, que afecta también a las comunidades y sociedades al incentivar un consumo masivo e invadir sus territorios. Un sistema extractivista que deja serias consecuencias. Los principales responsables han demostrado su falta de compromiso con el medio ambiente desde sus modos de producción. Es necesario aportar nuevas cosmovisiones al sistema. Poder sostenernos en comunidad es lo primordial en la lucha. En comunidad varias de las estrategias funcionan, sumándole el compromiso y disciplina que sostienen el poder que está en la gente, que puede generar cambios reales para lograr una justicia climática.
Es un camino largo. Desde iniciativas como Mingas por el Mar, todes somos bienvenidos a resistir, colaborar y aprender. Los primeros pasos y bases están ahí, para que en un futuro como sociedad e individuos logremos cuestionarnos y tomar acción e identificar a los principales responsables de la crisis ambiental y su aceleración. Es una lucha que resiste ante actores como el Estado y las corporaciones internacionales con sus actividades contaminantes y extractivistas, que abarcan varios intereses monetarios de por medio.
La lucha por la recuperación ambiental se hace desde las playas porque perpetúan el significado del trabajo en equipo a través de la minga.
Texto publicado el 9 de diciembre del 2023
Sobre la autora
Es licenciada multilingüe en Negocios y Relaciones Internacionales. Actualmente, forma parte del equipo de la organización Change.org en Ecuador y estudia un diplomado sobre transiciones energéticas. Le interesa los temas referidos a la resolución de conflictos y derechos humanos.