PRODUCCIÓN DE COCHINILLA

El Virrey Antonio María de Bucareli le encargó a José Antonio de Alzate y Ramírez, uno de los académicos más respetados y prolíficos de la Nueva España, que escribiera un informe detallado sobre la cochinilla. La Memoria sobre la naturaleza, cultivo y beneficio de la grana de Alzate es, como el resto de su trabajo, un esfuerzo ilustrado por inventariar y estudiar los usos comerciales, económicos y médicos de los tesoros naturales de México. Alzate comenzaba su Memoria con la clásica crítica del discurso ilustrado criollo en la América hispana, rechazando las “cosas absurdas y ridículas” escritas por los naturalistas europeos, para después presentar los resultados de sus propios experimentos y observaciones de la morfología de los insectos y sus ciclos vitales. Para las noticias precisas sobre el cultivo y la cosecha de la cochinilla, Alzate se basó en informantes de Oaxaca. El cultivo de la cochinilla era una tarea de trabajo intensivo, llevado a cabo exclusivamente por comunidades indígenas. Dependía del conocimiento detallado de los ciclos estacionales del frío y la lluvia, y de prácticas de preservación y cuidado como la construcción de nidos de insectos antes de liberarlos sobre los cactus, resguardándoles así del frío y protegiéndoles de los depredadores y la suciedad, limpiándolos cuidadosamente con pelos de cola de ardilla y ciervo. Para cosechar estos insectos después de lograr su madurez, los indios los raspaban suavemente del cactus y luego los axfisiaban, desencándolos al sol o colocándolos en saunas de leña o temazcales. El producto final, limpio de impurezas y cascarilla, se empaquetaba en bolsas de cuero y se enviaba a los centros de comercio regional, para luego pasar a los puertos de Veracruz y Acapulco, desde donde el tinte rojo emprendía su camino alrededor de los mundos del Atlántico y el Pacífico.