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  • Ago 31, 2023
  • 6 minutes

Venezuela: música por medicinas


Rafael Uzcátegui

Durante el 2018 la situación del derecho humano a la salud en Venezuela era alarmante. Gremios y oenegés de derechos humanos reportaban que la escasez de medicamentos e insumos hospitalarios era del 80% y el país había perdido el 60% de sus capacidades de atención sanitaria nacional. Debido al dramatismo de la situación cuatro relatores especiales y expertos independientes de Naciones Unidas hicieron un llamado urgente para enfrentar la crisis indicando que “…miles de personas en Venezuela sufren hambre, no tienen acceso a medicamentos esenciales y están tratando de sobrevivir en una espiral que no parece tener final”. Un año antes la población había protagonizado un ciclo de movilizaciones durante cuatro meses con un lamentable saldo de 146 personas fallecidas en el contexto de las manifestaciones. El fin de las protestas coincidió con el dramático incremento de las personas que migraron de manera forzada y el inicio del fenómeno conocido como “los caminantes”.

¿Cuál era el origen de la crisis venezolana? En su primer informe sobre el país la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, lo resumió de la siguiente manera: “la mala asignación de recursos, la corrupción y la falta de mantenimiento de las infraestructuras públicas, así como el grave déficit de inversiones, han dado lugar a vulneraciones del derecho a un nivel de vida adecuado”. Y aunque reconoció el impacto de las sanciones financieras, indicó que su efecto agravaba la crisis que ya existía cuando Donald Trump aprobó la primera en agosto de 2017.

La aguda escasez de medicamentos era la nueva “normalidad” de venezolanos y venezolanas. Quienes viajaban al exterior regresaban con sus maletas llenas de antibióticos, antigripales y antihipertensivos, como regalos de viaje para familiares y amigos. Que los servicios de rayos X de los hospitales públicos no funcionaran o que no hubiera reactivos para la realización de exámenes médicos se había convertido en lo ordinario. Por tanto, comenzó a dejar de ser noticia y a desaparecer de los titulares de prensa. Además de los informes con estadísticas y porcentajes, era necesario crear una narrativa diferente para mantener el deterioro del sistema de salud en la conversación pública. En redes sociales, como Twitter, la gente pedía los fármacos que no conseguía en las farmacias y en muchas ocasiones alguien que no conocía le respondía para regalárselo. En esa práctica fortuita de apoyo mutuo había una oportunidad que detectaron dos oenegés: Provea y Redes Ayuda.

A diferencia de sus vecinos, Venezuela vivió durante muchos años una relativa estabilidad política y social derivada de su riqueza petrolera. A pesar de las desigualdades sus habitantes contaban con recursos materiales desconocidos para el resto del continente. Sus ciclos de abundancia permitieron la creación de una cultura de solidaridad que empezó a formar parte de la imagen que sobre sí mismos tenían sus habitantes. En ese 2018, con todo y conflicto y empobrecimiento, aquella práctica de empatía aún subsistía. La clave era conseguir alguna manera de fortalecerla. Redes Ayuda era una joven oenegé focalizada en derechos digitales, dirigida por Melanio Escobar. Provea, por su parte, era una organización veterana en la defensa de derechos humanos, cuya coordinación recaía en Rafael Uzcátegui. Un denominador común de ambos activistas era su amor por la música. El 27 de enero de 2018 acordaron realizar una curiosa prueba piloto: el lanzamiento del disco “Divided we fall” de la banda Zombies No, en el que su precio sería un medicamento que luego sería entregado a pacientes del hospital de niños J.M de los Ríos, en Caracas. La respuesta fue entusiasta y los discos se agotaron al poco tiempo. Aquella fórmula de estimular el apoyo a personas afectadas en su salud y recompensar su solidaridad permitía seguir hablando sobre la crisis de salud de una manera diferente. Esta acción, en lo sucesivo, se denominó “Música por medicinas”.

El primer Música por Medicinas se organizó el 21 de julio de 2018 en la Sala Cabrujas de Caracas. Durante las semanas previas, las dos oenegés realizaron una convocatoria pública para recibir donaciones de discos compactos, casetes y vinilos en alguna de las sedes de la Librería Lugar Común de la ciudad. Estas donaciones, más discos compactos producidos por las propias organizaciones con artistas locales, serían canjeados por fármacos vigentes e insumos médicos para luego ser distribuidos gratuitamente a través de una iniciativa de trabajo humanitario. La entrada al concierto —con las bandas Onice, Ile Des Phoques y Agente Extraño— no tenía costo, pero si querías llevarte alguno de los objetos musicales tenías que entregar un equivalente en fármacos vigentes o insumos médicos. El evento fue todo un éxito. Además de la cantidad de medicinas recogidas también se multiplicaron los reportajes en medios de comunicación, nacionales e internacionales, que hablaban sobre el trueque —todo esto sirvió para tratar mediáticamente el asunto del colapso sanitario y cómo la propia sociedad estaba haciendo algo para enfrentarlo.

Bajo el nombre “Música por medicinas” (MxM) se han realizado 24 conciertos en cinco estados del país (Distrito Capital, Zulia, Lara, Portuguesa y Mérida), recopilándose más de veinte mil cajas de medicamentos e insumos médicos que han beneficiado el trabajo de diez entes de labor humanitaria en todo el país: Acción Solidaria, Mavid, Preparafamilia, Ángeles Chiquinquireños, Fundación Colibrí, Fundación Farelys, Convite, Mapani, Iglesia San Lucas del sector El Llanito en Petare, Fundación de Primeros Auxilios de la Universidad de Los Andes. A pesar que la cuarentena por Covid-19 restó impulso a la iniciativa, durante la pandemia se hicieron diez conciertos online. MxM se ha convertido en un modelo replicable y quien desee usar la “marca” debe cumplir con dos requisitos: que el evento sea de entrada libre y que lo recaudado sea destinado a una organización humanitaria de la localidad. Provea y Redes Ayuda se encargaban de enviar los materiales a ser canjeados.

Si los recursos se hubieran destinado a comprar medicinas directamente para ser entregadas a sus beneficiarios, no hubiera fortalecido y ampliado la cultura de solidaridad que es uno de los objetivos de la actividad. MxM ha transformado en activistas por el derecho a la salud a personas que usualmente no se consideraban defensores de derechos humanos: libreros, músicos, gestores culturales y coleccionistas. El no tener dinero de por medio ha permitido construir la confianza necesaria para que más personas quieran involucrarse, en una relación en la que todos salen ganando. Las bandas y solistas han proyectado su talento en momentos en que la crisis redujo la realización de eventos culturales y edición de producciones musicales. Para el canje han estado disponibles doce discos realizados especialmente por el proyecto, seis de ellos recopilatorios que han incluido el trabajo de 104 solistas y agrupaciones venezolanas, con versiones online de descarga gratuita en este sitio. Dos de estas compilaciones, bajo el nombre del proyecto, permitieron el encuentro en un país polarizado como Venezuela. Los discos “Música por Medicinas 01” y “Música por Medicinas 02” incluyeron el talento de artistas críticos con el gobierno, pero también de algunos de sus simpatizantes. Además, se han editado siete libros para el trueque, cuatro de ellos vinculados a la historia musical del país. 

MxM ha sido todo un aprendizaje para las oenegés que se preguntaron cómo usar la cultura musical como un espacio de encuentro y cooperación, comunicando contenido de manera diferente a los informes técnicos y llenos de estadísticas que sólo son consultados por especialistas. Este descubrimiento ha sido llamado por Provea como el de “Todos los derechos por todos los lenguajes”, y les permitió la confianza necesaria para seguir experimentando con otras artes como el cómic, la poesía, la narrativa y la fotografía.


Sociólogo, defensor de derechos humanos y postanarquista. Columnista en diferentes medios y autor de los libros “La rebeldía más allá de la izquierda” y “Venezuela: la revolución como espectáculo”. Miembro de la Internacional de Resistentes a la Guerra.

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