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  • Abr 12, 2023
  • 6 minutes

¿Un movimiento feminista en Bolivia?

Maria Zeballos y Wara Vargas Lara

La poeta boliviana Virginia Ayllón menciona algunos elementos que, a lo largo de la historia, han dificultado la unificación de ideas y creencias sobre el feminismo o al menos el establecimiento de un consenso para una agenda común por los derechos de la mujer en Bolivia. El primer obstáculo en la década del veinte y treinta del siglo pasado fue la conformación racial de la sociedad colonizada, que se expresó en la incompatibilidad de intereses entre mujeres de clases medias-altas con aquellas mujeres de organizaciones obreras e indígenas. Un segundo momento histórico ocurrió en los setenta y ochenta, cuando en Bolivia hubo una amplia difusión de las ideas feministas con la expansión de la globalización y la democracia que, según Ayllón, se introdujeron con la implementación de agendas de género a través de las oenegés, una situación que produjo una segunda ruptura entre las feministas declaradas autónomas y aquellas adscritas a las agendas de desarrollo. Las primeras reclaman que las segundas persiguen una suerte de inclusión de las mujeres sin transformación de las bases sociales y estatales, manteniéndolas en roles y posiciones que las someten e inhiben en su crecimiento personal y las condenan a sufrir violencia sistemática.

Pero, si queremos observar empíricamente esta incompatibilidad de las organizaciones de mujeres, podemos ver el comportamiento de protesta durante los últimos diez años, con los datos que genera la Fundación Unir Bolivia para los años 2010 a 2020. Para esto seleccionamos todas las organizaciones relacionadas con “mujeres” y encontramos que estas representan solo el 1.2% del universo. Se trata de grupos formales e informales dedicados a campañas contra la violencia hacia las mujeres, organizaciones sociales femeninas de base, trabajadoras sexuales, mujeres en condición de vulnerabilidad y con menor representación, y del colectivo GLBTI. Además, tienen en común que dirigen sus demandas, principalmente, al Poder Ejecutivo y al Ministerio Público, instancias encargadas de la ejecución de políticas públicas y de velar por el cumplimiento de la ley y la justicia. Las organizaciones de mujeres bolivianas aplican acciones mayormente pacíficas alcanzando un nivel de violencia bajo que, según la  Fundación Unir, se caracteriza por transitar entre la declaración de estado de emergencia y movilización permanente, anuncio o amenaza de iniciar medidas de presión hasta demostrar actitudes desafiantes con concentraciones, vigilias, y mítines. Las acciones más recurrentes son las marchas, y en algunos casos, se llega hasta el bloqueo de calles y avenidas.

Solo la anarco-activista Maria Galindo y el Colectivo Mujeres Creando han sufrido la fuerza estatal por realizar sus performances en espacios públicos. Pero, no todas las organizaciones son iguales y la radicalidad de las medidas de presión está ligada a la situación de las mujeres y sus demandas al Estado. Por ejemplo, las mujeres privadas de libertad llegan a mayores expresiones de radicalidad —con huelgas de hambre, cosido de labios, toma de rehenes, motines y toma de penales. Otros grupos como los sindicatos de mujeres campesinas o aquellas que mantienen una perspectiva de género ligada al campo político también son más propensas a manifestarse con algo más de radicalidad.

Ahora, si indagamos en la cantidad de veces que se aliaron en protestas podemos decir que en los últimos diez años la alianza ha sido tan débil que es casi inexistente. La mayoría de las organizaciones lleva a cabo su propia acción aunque sean dirigidas hacia las mismas instancias, como el ejecutivo nacional y la fiscalía, y sus demandas sean similares, enmarcadas en acciones concretas para erradicar la violencia hacia las mujeres o el reclamo por la ausencia de justicia para las víctimas. Lo cierto es que las diferencias de agendas e incompatibilidad de ideas las alejan de la posibilidad de formación de grupos de protesta más grandes que ganen la fuerza necesaria para interpelar al Estado y exigir cambios sociales.

Para entender cómo está conformada la red de organizaciones feministas en Bolivia tenemos que identificar a sus principales representantes. En este caso, la organización que mejor está posicionada es la oenegé Coordinadora de la Mujer que, según Ayllón, desde los años ochenta introduce el enfoque de género en el diseño de la política pública nacional en favor de la inclusión de la mujer en espacios socioeconómicos y políticos. Esta organización es la única que en el campo de los derechos de las mujeres construyó una red de protesta, estableciendo alianzas con otros catorce grupos desde el año 2010 y, además, detenta un puesto nada desdeñable en prestigio (el 125, de un universo de 2800 organizaciones). Esto quiere decir que, respecto a las demandas de género, la Coordinadora es reconocida por otros grupos como una entidad que ejerce un rol importante en la protesta y la movilización ciudadana. Ahora bien, la Coordinadora no es una entidad única ya que está conformada por otras veinte oenegés situadas en distintas ciudades de Bolivia. Posiblemente esta estructura facilite la movilización de personas y recursos en las distintas manifestaciones que son realizadas principalmente en fechas conmemorativas internacionales como el 8M —Día Internacional de la Mujer— y el 25N —Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.

Aunque la protesta y acción callejera es uno de los pilares fundamentales de la práctica feminista, es verdad que no es el único espacio de vinculación de estas organizaciones sociales. Por ejemplo, otros espacios son los encuentros feministas o los temas relacionados a la mujer, y solo la Coordinadora en 2011 reunió a más de cien organizaciones en torno a la discusión sobre la despatriarcalización. Es importante recalcar que esta oenegé tiene una relación directa con el Estado boliviano que incluye a los movimientos sociales que forman parte del gobierno, entre ellas la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia Bartolina Sisa (CNMCIOB-BS). Estos vínculos son fundamentales para facilitar su influencia directa en el desarrollo de leyes y políticas públicas en favor de la inclusión y la difusión de ideas y cambios internos con enfoque de género hacia diversos sindicatos, instituciones públicas y privadas, medios de prensa y otros grupos de la sociedad civil. Pero, así como la centralización puede facilitar tareas y vinculación entre grupos, también representa el riesgo de monopolizar la agenda, el discurso y la legitimación de las demandas, tendiendo a establecer un statu quo que excluya posturas y opiniones divergentes.

Pero, ¿cuál es la importancia de la vinculación? El sociólogo Mario Diani definió un movimiento social como una red de organizaciones abocadas a un mismo fin y vinculadas a través de la colaboración. Esto quiere decir que se trata de una relación constante, intercambiando recursos y fortaleciendo la identidad del conjunto, pero sin afectar las actividades privadas o particulares de cada miembro. La fuerza del movimiento social es que al tiempo que reúne varias organizaciones en torno a un tema en común también se caracteriza por reflejar diversidad en la representación y se manejan sin un control centralizado en uno o pocos grupos. El movimiento social interpela al Estado y a la sociedad para introducir cambios paulatinos, pero como podemos apreciar por los datos, al menos en Bolivia, es un ideal lejano y solo posible con una reunión y una compatibilización de las formas de abordar al Estado para que reconozca y garantice el libre ejercicio de la individualidad de las mujeres. Mientras cada una luche por su lado es difícil pensar en la unificación del movimiento y esto tiene efectos inmediatos en la situación de las mujeres en la sociedad.

Foto de referencia: Marcha 25N de 2016 en La Paz (Bolivia). Autora: Wara Vargas.

Maria Zeballos

Es antropóloga boliviana, investiga la formación de alianzas de protesta entre organizaciones sociales en Bolivia para la tesis de maestría en Teoría Crítica en el Posgrado en Ciencias del Desarrollo de la Universidad Mayor de San Andrés.

Wara Vargas Lara

Es fotógrafa y fotoreportera boliviana. Expone su trabajo en varios países de Latinoamérica y Europa. Actualmente está documentando el trabajo de parteras tradicionales en Bolivia con una beca de National Geographic.

Publicado el 12 de abril del 2023

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