favicon
  • Ene 27, 2025
  • 5 minutes

Treinta años guardando la vida: la lucha femenina por los manglares

Ángela María Hurtado Ávila

Mi abuelo, don Mauro Filemón Hurtado Chillambo, hablaba con la convicción de quien lo ha visto todo. Relataba cómo, en 1948, un maremoto arrasó parte de la costa norte de Esmeraldas (Ecuador), llevándose buena parte de la punta de Río Verde. Sin embargo, San Lorenzo resistió gracias a la barrera natural de los manglares, cuyas robustas raíces frenaron las olas gigantes que se originaron tras un terremoto en Tumaco, Colombia. Para mí, en aquel entonces, solo era una historia más.

No comprendía su insistencia en respetar la naturaleza y sus bosques costeros. Él aseguraba que los manglares tienen memoria y sufren si los dañamos. Me costó años darme cuenta de que su mensaje iba más allá de la anécdota: hablaba de honrar a la tierra que nos alimenta y nos protege. Hoy sé que su legado no era solo un consejo, sino una invitación a cuidar aquello que nos da vida.

Imagina un lugar donde el mar se funde con la tierra y las raíces se hunden en el agua salada como si surgieran directamente del océano. Ahí habitan conchas, jaibas, cangrejos, ostras y toda clase de peces que solo encuentran en esta frontera el espacio perfecto para reproducirse. Durante siglos, los pueblos afroecuatorianos, Awá, Épera y Chachi se han nutrido de estos bosques costeros, obteniendo alimento para sus familias y, al mismo tiempo, resguardándolos. Sus abuelos enseñaron cuándo era momento de cosechar y cuándo permitir que el manglar se regenerara, conservando así el ciclo de la vida en equilibrio. Esta forma de habitar y proteger el manglar refleja una visión del mundo basada en el respeto y la armonía, recordándonos que la tierra siempre responde a quienes la cuidan con amor.

Inspiradas e inspirados en estas ideas, diversas comunidades de los cantones de San Lorenzo, Eloy Alfaro, Río Verde y Muisne, en la provincia de Esmeraldas, iniciaron hace treinta años una campaña noviolenta con el lema: “El manglar es tuyo y mío, hay que cuidarlo”. Este movimiento surgió a raíz del auge camaronero de la década de 1980, cuando los empresarios comenzaron a talar y destruir manglares para instalar piscinas de camarón. En su afán de abarcar más territorio, muchas de estas compañías desalojaron a las comunidades por la fuerza, derramando incluso la sangre de hombres, mujeres, niños y adultos mayores. Se calcula que solo en la provincia de Esmeraldas se talaron más de 60.000 hectáreas de manglares.

Ante esta situación, las mujeres de la CANE (Comarca Afroecuatoriana del Norte de Esmeraldas), MOMUNE (Movimiento de Mujeres Negras) en el cantón Muisne, FUNDECOL (Fundación de Defensa Ecológica) y la Asociación de Concheros Virgen de las Lajas emprendieron la lucha por proteger y defender este hábitat, esencial para la alimentación y la educación de sus familias. Muchas y muchos líderes han perdido la vida en este esfuerzo, pues el manglar, para varias de ellas, también ha sido su tumba.

Durante los últimos treinta años, la CANE ha librado una lucha con dos objetivos principales: el primero, lograr la titulación colectiva de tierras; el segundo, defender el ecosistema de manglar ante la ola devastadora de la minería ilegal, la tala indiscriminada y la expansión camaronera. Esta batalla representa el punto de partida para muchas comunidades que, tras vivir en paz durante generaciones, observaron con impotencia cómo sus fuentes de alimentación y sustento corrían peligro.

Impulsadas por esta amenaza, las organizaciones y movimientos locales se convirtieron en protagonistas del cambio. Así llegó su primer gran logro: el reconocimiento de la Reserva Mataje-Río Cayapas como territorio ancestral afroecuatoriano, en el cual se titularon 144.000 hectáreas a favor de las comunas. No obstante, desde el año 2001 ningún gobierno ha implementado planes de desarrollo en estas zonas, permitiendo que la pobreza extrema afecte gravemente a la población que allí habita.

Otro avance significativo fue la concesión de áreas en custodia a las propias comunidades, que ahora administran y controlan el uso de esos territorios de manera ordenada. Gracias a esta medida, cuentan con zonas específicas del manglar bajo protección, regulando los tiempos de pesca y estableciendo vedas para la conservación de especies de crustáceos. Aun así, queda pendiente la implementación de programas de reforestación liderados por el Estado, pues hasta el momento solo organizaciones internacionales han asumido esa tarea.

Durante años, el gobierno ecuatoriano permitió la tala indiscriminada de manglares, pero fueron las mujeres quienes se movilizaron para exigir políticas públicas que los protejan. Sus esfuerzos han dado frutos: en varios cantones se formaron organizaciones de defensa y, desde los ministerios competentes, se concedió a estas comunidades el rol de guardianas del manglar. Aun así, la lucha sigue en otras localidades, donde se demandan acciones que detengan la devastación y garanticen esta fuente de sustento para quienes viven de la pesca y la recolección de conchas y cangrejos.

Más allá de ser un espacio de trabajo, el manglar simboliza resistencia y memoria cultural. A través de la música y las labores en sus aguas, las comunidades enfrentan la pobreza extrema y la violencia, conservando su legado y asegurando el alimento incluso en tiempos difíciles.

Cuando la marea baja, cientos de hombres y mujeres parten en canoas para recolectar conchas o pescar. En ese momento, quienes realizan esta labor entonan décimas y cantos que, según su cosmovisión, hacen que cangrejos, conchas y otras especies del manglar salgan al escuchar sus voces, lo que facilita su recolección para luego intercambiarlas por dinero y así sostener a sus familias. En la provincia de Esmeraldas, más de 15 organizaciones sociales han luchado por el cuidado de los manglares, un esfuerzo que se plasma en diversos acuerdos alcanzados con autoridades locales y en ordenanzas que protegen estos ecosistemas, otorgando a las comunidades su control y cuidado. Sin embargo, la lucha continúa cada vez que cambian las administraciones locales, pues quienes velan por el manglar siguen defendiendo este territorio de vida.

Ángela María Hurtado Ávila

Es una orgullosa afrodescendiente de Esmeraldas, Ecuador. Desde hace más de 22 años forma parte de la Asociación de Mujeres Negras Luchando por el Progreso del Kilombo. Desde esta organización, junto a la Coordinadora Nacional de Mujeres Negras Capítulo Esmeraldas (Conamune), ha fortalecido su identidad y conocimiento, luchando por la dignidad de la comunidad.

accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta # accionnoviolenta #

Patner Logo