Alexa Zamora*
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La migración forzosa y el exilio no son fenómenos nuevos en la sociedad nicaragüense, cuya historia se ha visto marcada por regímenes políticos de corte dictatorial, conflictos armados internos y crisis sociopolíticas y económicas. Estos factores, que han afectado la cohesión del tejido social debido al desplazamiento extraterritorial, dieron paso a la configuración de nuevos espacios transnacionales identitarios.
Las personas que forzosamente emigraron o se exiliaron han construido un esquema de cooperación, aunque no todas se aglutinan en espacios organizados. Ante esta realidad cabe preguntarse, ¿qué rol cumplen quienes sí tienen una participación activa en los procesos de resistencia pacífica transfronteriza? Encontrar algunas respuestas requiere una aproximación conceptual sobre el exilio y la diáspora. En ese sentido, Luis Roniger plantea que el exilio es un mecanismo de exclusión institucional que revoca el pleno uso de los derechos de ciudadanía y, más aún, previene la participación del exiliado o exiliada en la arena política nacional. Aunque, también se puede conceptualizar como toda condición de desplazamiento del lugar natural donde se pretende residir (y al cual se desea retornar), y del cual se debió salir por circunstancias ajenas a la voluntad (generalmente debido a violencias de todo tipo).
Estos enfoques conceptuales adquieren relevancia al momento de analizar las dinámicas de participación del exiliado como actor dentro de los procesos de activismo transfronterizo, especialmente, en el caso de Nicaragua. Aquí el factor predominante que impulsa esta forma de desplazamiento forzado es la persecución política y los riesgos para la seguridad personal de activistas y periodistas independientes, en particular, tras los hechos ocurridos en la crisis sociopolítica de abril de 2018 —que marcó un antes y un después en Nicaragua—. En ese mes, un grupo de ancianos y jóvenes que protestaban por las reformas al sistema de seguridad social fueron agredidos por personas identificadascomo miembros del partido sandinista. Esto dio origen a meses de manifestaciones en todo el país y desató una represión indiscriminada contra la población civil desarmada. Hubo un saldo de más de 300 muertos y miles de heridos, según cifras del Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua creado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Esa reforma al seguro social se sumó a las constantes violaciones a los derechos humanos y al socavamiento de la institucionalidad en Nicaragua. Fue la gota que derramó el vaso.
En relación a la diáspora, esta puede ser definida como un grupo disperso que comparte cierta cultura y que vive fuera del territorio o país que considera su lugar natural y cuyos lazos con ese lugar son cruciales para su identidad colectiva. Cabe destacar que la diáspora incluye una formación humana y sociopolítica creada tanto por migraciones voluntarias como por exilios forzados, principalmente. Por su naturaleza misma, la diáspora constituye una importante red de apoyo para las personas exiliadas por razones de persecución política, pero también representan, en conjunto con el exilio, una parte fundamental de los procesos de movilización e incidencia política fuera de las fronteras del país de origen. Además, juegan un papel preponderante para romper el cerco mediático impuesto por regímenes altamente represivos como el que se vive ahora en Nicaragua y son efectivos en generar procesos de solidaridad internacional.
Estos fenómenos sociales, el exilio y la diáspora, reflejan una dura realidad. Según datos de Acnur, la cifra de personas refugiadas, solamente en Costa Rica, arriban a 90 mil en lo que va del año 2021. Mientras que el Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos reporta que la cantidad de nicaragüenses capturados mientras cruzaban ilegalmente la frontera a Estados Unidos aumentó en 670 por ciento. Sobre este aspecto: solo en enero de este año fueron detenidos 575 nicaragüenses que cruzaban de forma irregular la frontera, para mayo la cifra se disparó a 4.427.
A la par del estallido social de abril de 2018 emergió de forma casi paralela un proceso de organización de la diáspora nicaragüense alrededor del mundo. Lo que se originó como una iniciativa para apoyar desde el exterior con algunos recursos para la atención de personas víctimas de la represión ejercida por parte del gobierno, evolucionó rápidamente a un movimiento de denuncia internacional integrado por las y los nicaragüenses en distintas partes del mundo. Ellos empezaron a utilizar el hashtag #SOSNicaragua en sus redes sociales para evidenciar los atropellos cometidos por Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo contra las personas que se manifestaban de forma pacífica, quienes buscaban neutralizar los intentos de censura y la falta de información impuestas por el régimen.
Este movimiento también ha promovido una campaña de denuncia permanente en redes sociales sobre las violaciones a derechos humanos en Nicaragua. Además, hubo al menos dos acciones concertadas en más de 30 ciudades del mundo: uno, la que se realizó el 27 de junio de 2018; y, dos, la marcha del 7 de noviembre de 2021 que tuvo como propósito denunciar el fraude electoral y exigir la libertad de las personas presas políticas.
Actualmente, #SOSNicaragua aglomera a miembros de la diáspora y el exilio nicaragüense, realizando acciones de movilización e incidencia internacional de manera articulada entre los capítulos constituidos en Estados Unidos y en países de Europa y Centroamérica. Esta acción noviolenta transfronteriza también ha jugado un rol fundamental en brindar atención y redes de soporte a personas que han tenido que exiliarse en los últimos años producto de la represión.
Las marchas y acciones promovidas y coordinadas a nivel mundial por los miembros de #SOSNicaragua (o también llamado #SOSNicaraguaGlobal) constituyen un valor agregado que permite continuar con el activismo e impide que las personas de la diáspora se desvinculen de los procesos internos en Nicaragua. Como mencionamos con anterioridad, el exilio también constituye una oportunidad de capitalizar la capacidad de colocar y mantener en la agenda internacional, mediante la incidencia directa, la problemática de la deriva autoritaria y las violaciones a derechos humanos.
Este ha sido también uno de los principales ejes de trabajo de este movimiento transfronterizo, ya que desde las distintas regiones del mundo se encuentran activos y realizando interlocución y cabildeo ante gobiernos, organismos regionales, multilaterales y organizaciones de sociedad civil para llevar a cabo esta tarea.
*Alexa Zamora es activista y defensora de derechos humanos. Actualmente es miembro del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco (Nicaragua). Se ha desempeñado como investigadora en el área de políticas públicas y auditoría social.
Publicado: 16 de marzo del 2022