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  • Jul 15, 2024
  • 8 minutes

Nicaragua: resistencia y actuación noviolenta del movimiento campesino

Norihely Grillo P.

En la década de los ochenta, los campesinos se destacaron como vanguardia en la Resistencia Nicaragüense, también conocida como «la contrarrevolución», perseverando hasta lograr el emblemático Acuerdo de Sapoá, un baluarte esencial para mantener la paz. Hoy en día, el campesinado nicaragüense se ha consolidado en un movimiento social vigoroso que alza su voz ante organismos internacionales contra las violaciones a sus derechos. A través de estrategias de resistencia noviolenta, mantienen su compromiso inquebrantable en la defensa de sus tierras, derechos humanos, justicia y democracia, siempre enraizados en su identidad y visión de un futuro más justo y equitativo.

En este texto quiero compartir las acciones noviolentas llevadas a cabo por el movimiento campesino en el contexto autoritario del régimen Ortega-Murillo. Para ello, emplearé citas en cursiva para diferenciarlas del resto del contenido. Varias de estas declaraciones se mantendrán anónimas, debido a razones de seguridad, y corresponden a entrevistas que realicé. Una de estas declaraciones nos recuerda que, “si las acciones se hacen con violencia es preferible abandonar el terreno y no cargar con más muertos, porque las luchas se ganan con vivos” (Anónimo).

Desde 2013, el movimiento campesino nicaragüense ha desempeñado un papel fundamental en la resistencia contra la Ley 840, la cual autoriza la construcción de un canal interoceánico por parte de una empresa china. Este movimiento ha puesto de manifiesto las flagrantes violaciones de derechos humanos y las expropiaciones de tierras que esta ley implica. Sin descanso, los campesinos han defendido su territorio, enfrentándose a la desacreditación y las represalias por parte del gobierno de Daniel Ortega. Estas represalias incluyen encarcelamientos arbitrarios, el despojo de sus tierras y el forzado exilio de numerosos miembros del movimiento.

En el libro Anhelos de un Nuevo Horizonte, una lideresa entrevistada dijo que “por protestar y levantarse, los jóvenes en las universidades vimos cómo el gobierno respondió con balas de plomo y no le interesó matar uno, dos, tres, cuatro, cinco… jóvenes universitarios. El 19 de abril comenzamos a hablar entre los líderes. Estábamos bien organizados y teníamos una red de comunicación: salgamos, salgamos a protestar, salgamos a manifestarnos. Así fue como cada campesino agarró su bolsito, su hamaca, su cobijita y salimos a las calles».

A pesar de que el movimiento campesino ha procurado mantenerse al margen de la violencia y ha optado por utilizar mecanismos de denuncia de violaciones de derechos humanos ante instancias internacionales, Ortega ha ignorado las resoluciones y sugerencias emitidas por estas. La persecución y las acusaciones infundadas de delitos contra los líderes del movimiento campesino han resultado en años de privación de libertad y en la revocación de la nacionalidad, sin que el régimen logre provocar el enfrentamiento armado que tanto anhela.

“Esto es duro y frustrante, uno se enferma y no puede ir a lugares públicos, he tenido que ir a centros médicos privados, ya que no puedo acceder a centros médicos públicos por las represalias, y tengo que salir de noche y cubierto con muchos accesorios para que no me reconozcan, es ser un preso más en la casa o donde uno esté” (Anónimo).

Las represalias del régimen hacia la movilización social han sido severas, contradiciendo los valores cívicos y patrióticos que se asumen desde el discurso. Asimismo, ha utilizado a las fuerzas armadas del Estado, para cubrir las calles con sangre de vidas inocentes que solo salieron a manifestar su inconformidad en contra de las acciones negligentes y violentas que se dieron en abril de 2018. 

Un suceso que estremeció al país entero fue la masacre ocurrida el 30 de mayo, durante la conmemoración del Día de las Madres nicaragüenses, un evento conocido como la Madre de las Marchas. Esta marcha fue convocada por la Asociación Madres de Abril (AMA), con el respaldo de movimientos estudiantiles, el movimiento campesino y otros sectores organizados de la población.

Lo que comenzó como una movilización pacífica acabó trágicamente transformándose en la Masacre del Día de las Madres: hubo alrededor 16 asesinados, jóvenes en su mayoría y cientos de heridos, según el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH). La marcha fue un esfuerzo conjunto, el movimiento campesino no llegó armado. “Los que iniciaron el fuego fueron paramilitares infiltrados porque recordemos que quienes murieron fueron ciudadanos y no policías” (Anónimo).

Los momentos fueron terribles. Mucha gente experimentó el miedo de no sobrevivir mientras se encontraba cerca del estadio, donde comenzaron los disparos. Era evidente que la intención detrás de estos actos era desalojar las calles por la fuerza, sin preocuparse por quiénes resultarían heridos. Se recurrió a las fuerzas armadas disponibles, “dispararon teniendo la orden de la presidencia y eso es un mal manejo de los recursos del país, ya que utilizaron el estadio para disparar a la gente, un estadio con fondos internacionales” (Anónimo).Eso claramente revela el mal manejo de los recursos estatales a disposición del régimen.

Ante tales acontecimientos, y con el objetivo de prevenir la infiltración de paramilitares en el movimiento, se implementaron estrategias de resistencia noviolenta. Estas acciones incluyeron mantener la serenidad en todo momento, restringir las reuniones únicamente a los miembros del consejo, y coordinar encuentros con otros grupos durante las marchas para permanecer unidos frente a la presencia policial.

Además, cada líder que salía de su área de residencia se reunía exclusivamente con individuos conocidos. Si alguna persona desconocida intentaba unirse al movimiento, se informaba de inmediato al líder del sector correspondiente para realizar una verificación de antecedentes. De este modo, se establecieron filtros de seguridad para garantizar la integridad del movimiento.

Se han realizado un sinnúmero de denuncias ante organismos internacionales. De esta forma, poco a poco el movimiento campesino ha obtenido experiencia y han desarrollado sus habilidades en el campo de la defensa de sus derechos, “este camino de nuestra lucha me ha enseñado mucho, yo no tenía experiencia, solo de la finca que trabajo, pero poco a poco he adquirido experiencia en defender nuestros derechos” (Anónimo).

Los paramilitares han intentado infiltrarse en los movimientos con el objetivo de sembrar divisiones y causar daño para desacreditarlos y desmantelarlos. Como señaló Medardo Mairena: “Si ha habido intentos, pero la diferencia es que nunca los campesinos hemos sido sandinistas ni nunca hemos confiado en ellos”.Las difíciles condiciones de vida y las experiencias históricas de represalias sufridas han llevado a una profunda desconfianza hacia las intenciones del régimen sandinista. Esta desconfianza ha sido un factor determinante en la estructuración organizativa del movimiento campesino, que ha desarrollado mecanismos de filtrado adecuados para impedir la entrada de elementos no deseados. El movimiento ha aprendido de sus experiencias pasadas, como durante la década de los 80, cuando los campesinos y los jóvenes fueron obligados a cumplir el servicio militar. Este despertar ha permitido al movimiento reconocer y alejar a posibles infiltrados paramilitares. Como resultado, han mantenido su legitimidad y el respeto ganado de la ciudadanía nicaragüense al representar de manera sólida y firme en sus demandas.

“Yo siempre dije que eran personas del otro lado para hacer creer que estábamos armando cosas violentas cuando no era así los campesinos tenemos más de una década en esto y no hemos caído en su provocación” (Medardo Mairena). Los campesinos han buscado la manera de ser escuchados y tomados en serio, pero al inicio no se les tomó en cuenta porque los medios oficialistas solo los hacían ver cómo personas salvajes. Quienes se infiltraron en marchas o actividades de la oposición pretendían desacreditar las actividades al mostrar armas para presentar una imagen de movimiento violento.

“Nosotros siempre antes de salir hablamos con la gente de que vamos alzar nuestras voces, llegábamos y nos íbamos, esperábamos hasta el último, entrabamos y salíamos y de esa manera nunca pudieron lograr sus objetivos” (Medardo Mairena). De esta manera evitaron la desacreditación o acusación de iniciadores de conflictos que la policía utilizaría como excusa para abrir fuego. Si la oposición hubiera optado por la violencia, el nivel de violencia y asesinatos habría sido considerablemente mayor. Sin embargo, son el ejército, la policía y sus paramilitares quienes poseen y controlan las armas. Son ellos los únicos culpables de las muertes, ya que son los encargados de su posesión, control y distribución.

Nicaragua se ha caracterizado por ser un país de resistencia. Ante la violencia del régimen, hemos respondido de diversas maneras, siempre privilegiando la paz. Salimos a las calles para protestar, marchar, resistir y denunciar abusos, utilizando herramientas como el arte fotográfico, teatral y manifestaciones virales en redes sociales, así como distintivos en nuestra vestimenta, siempre en el marco de la resistencia noviolenta.

Dentro del país, levantar la voz es extremadamente difícil debido a la constante vigilancia de grupos policiales y paramilitares en barrios, comunidades y lugares de trabajo gubernamentales. Las amenazas de perder el empleo coartan la libertad de expresión de quienes buscan el sustento diario. Sin embargo, la resistencia persiste desde el exilio, donde cada acto del régimen es denunciado constantemente.

Desde su fundación, el movimiento campesino ha adoptado una postura de resistencia no violenta y ha mostrado solidaridad con otras formas de lucha. Ha participado en la divulgación de noticias, compartido espacio con otros movimientos y redes de comunicación, y se involucró, inclusive, en el fallido diálogo nacional de 2018. Incluso desde el exilio, continúa expresando su desacuerdo y demandando justicia por cada crimen perpetrado por el régimen nicaragüense.

*Norihely Grillo P.

Activista nicaragüense por el derecho a la educación y libertad académica, miembro de Iniciativa Puentes por los Estudiantes de Nicaragua (IPEN), estudios en Ciencia Política y actualmente estudiante de Relaciones Internacionales y Estudios Europeos.

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