La resistencia noviolenta no puede —ni debe— limitarse exclusivamente a los actos electorales como única forma de enfrentar a las dictaduras. El caso venezolano es una muestra clara de ello. El 28 de julio de 2024, por primera vez, se logró evidenciar el fraude en el proceso electoral venezolano mediante el escaneo y la socialización de un porcentaje significativo de las actas de votación. En total, se publicó el 83,5 % de las actas escrutadas, lo que permitió constatar el triunfo del opositor Edmundo González, con una diferencia cercana al 40 % respecto a los votos obtenidos por Nicolás Maduro.
Esta rebelión ciudadana no fue espontánea. Al día siguiente de la elección del 28 de julio, los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) no coincidían con los datos divulgados por la oposición. María Corina Machado, una de las principales líderes del proceso, denunció públicamente que se habían violado todas las normas y que no se había entregado la totalidad de las actas.
Su respuesta no fue improvisada. Ya en 2008, en una entrevista, había anticipado la necesidad de construir mecanismos ciudadanos para garantizar la transparencia. Entonces planteaba que contar con todas las actas, incluso digitalizadas y disponibles en línea, generaría una mayor confianza en el proceso electoral. Para ella, enfrentar los obstáculos impuestos por el propio CNE requería precisamente de ese tipo de organización ciudadana: una que asegurara la vigencia de la transparencia y la confianza pública.
La planificación detrás de la estrategia electoral quedó en evidencia. Lejos de ser una respuesta improvisada, como algunos insinuaron, se trataba de un proceso que llevaba años gestándose. Así lo reflejaron también múltiples reacciones en redes sociales, donde se reconocía que lo ocurrido era el resultado de una preparación meticulosa. Los mensajes resaltaban que Machado había anticipado con claridad lo que haría y que, después de tanto tiempo, la idea de los “supertestigos” finalmente había dado frutos.
María Corina Machado no emprendió esta ruta en solitario. Desde 2002, impulsó la creación de la Asociación Civil Súmate, con la visión de formar ciudadanos, comunidades organizadas y líderes capaces de consolidar una democracia con instituciones sólidas y activas, basada en el poder ciudadano. Esta organización fue clave en momentos decisivos del país: desde el Referendo Consultivo de ese mismo año, pasando por el “Firmazo” y el “Reafirmazo” en 2003, hasta el Referendo Revocatorio Presidencial de 2004. En 2008, Súmate anunció la conformación de una Red Ciudadana de Supertestigos, una plataforma destinada a la defensa del voto que marcaría un precedente claro para la estrategia desplegada en las elecciones presidenciales de 2024.
A lo largo de los años, el gobierno venezolano fue consolidando una estrategia de control del proceso electoral basada en tres pilares: el diseño a medida de las reglas electorales, el despliegue de un ventajismo oficialista sin contrapeso, y la siembra sistemática del miedo mediante campañas de intimidación. A pesar de ese contexto adverso, en 2023 María Corina Machado obtuvo una contundente victoria en las primarias opositoras, respaldada por más del 90 % de los votos como candidata de Vente Venezuela. Antes de esa elección, los distintos candidatos suscribieron un Acuerdo Mínimo de Gobierno y Gobernabilidad que incluía compromisos clave: reconocer los resultados de las primarias y trabajar unidos por la candidatura que resultara ganadora. Ese consenso político fue fundamental para sostener la estrategia ciudadana que se desplegaría en 2024.
En enero de 2024 se conformaron los llamados “Comanditos”, estructuras ciudadanas de fiscalización electoral impulsadas desde la Gran Alianza Nacional (GANA) y la plataforma 600K, una red de organización y resguardo compuesta por más de 600 mil colaboradores. Según María Corina Machado, los Comanditos tenían tres funciones principales: identificar el centro de votación más cercano a su área de influencia, establecer coordinación con otros Comanditos de la misma zona y prepararse para las acciones previstas para el 28 de julio. Estas acciones incluían movilizar a los vecinos hacia los centros de votación, brindar apoyo logístico al personal encargado de defender el voto —proveyendo alimentos, agua y respaldo en el terreno—, y garantizar la defensa cívica de los espacios electorales.
Los Comanditos funcionaron como una suerte de espejo de las Unidades de Batalla Hugo Chávez (UBCH), empleadas por el oficialismo para la articulación comunitaria. Compartían la lógica de movilización territorial —incluida la estrategia del 1×10, en la que una persona convoca a otras diez—, pero con una diferencia fundamental: en el caso de los Comanditos no había coacción, ni incentivos, ni participación obligatoria. Su fuerza radicaba en la convicción y el compromiso ciudadano. A medida que se acercaba la fecha electoral, sus tareas iniciales se ampliaron y se volvieron más específicas. Tras la inhabilitación de Machado para participar en los comicios del 28 de julio, la candidatura opositora recayó en Edmundo González. Para entonces, ya se habían conformado cerca de 58.300 Comanditos en todo el país, listos para defender el voto.
Los Comanditos también jugaron un papel protagónico desde el exterior. Ante la exclusión de la mayoría de venezolanos en el exilio —cuyo voto representaba menos del 1 % del total de migrantes—, surgió la consigna “¡Vota por mí!”, que transformó la frustración en acción: quienes no podían votar se comprometieron a movilizar al menos a cinco personas que sí pudieran hacerlo. Así nacieron los Comanditos en el Exterior, que complementaron la estrategia nacional con apoyo logístico, difusión y articulación internacional. Tras las elecciones del 28 de julio, un dirigente de Vente Venezuela reconoció, desde la clandestinidad, que sin estos espacios de autoorganización ciudadana no habría sido posible sostener la logística, completar la postulación de testigos ni garantizar la defensa del voto. Según su testimonio, la respuesta de los Comanditos superó todas las expectativas.
Otra integrante del proceso organizativo relató cómo, pese a las amenazas de funcionarios del Plan República y representantes del partido de gobierno en los centros electorales, los testigos y miembros de los Comanditos lograron resguardar las actas, evadiendo los intentos por impedir su circulación. Para ello, se entrenaron distintos roles de colaboración —desde testigos hasta observadores, pasando por figuras clave como “comadres”, “coaches” o “managers”— con el fin de usar la tecnología para reportar incidencias, participar en sondeos y enviar las actas de forma segura. Cada acta incluía un código QR con firma criptográfica, lo que permitió garantizar su autenticidad. El 30 de julio se habilitó la plataforma web resultadosconvzla.com que ofrecía acceso público a las actas por centro de votación, ciudad o estado, así como estadísticas generales del escrutinio, fortaleciendo así la transparencia y la verificación ciudadana.
Tras las protestas que siguieron al intento de desconocer los resultados del 28 de julio, se desató una ola de represión. Líderes de Vente Venezuela, de Súmate, de partidos aliados, así como testigos electorales y referentes de los propios Comanditos, fueron perseguidos, detenidos o señalados como “terroristas”. Nombres como Ricardo Estevez y Nélida Sánchez representan apenas una pequeña parte de los cientos de casos registrados. Desde el exterior, fuentes vinculadas al Comando #ConVzla confirmaron que, luego de la jornada electoral, se pusieron en marcha redes de auxilio para proteger —e incluso facilitar la salida del país— de dirigentes acosados por la escalada represiva. Mientras tanto, en Venezuela, organizaciones como Vente Derechos Humanos y el Comité por la Libertad de los Presos Políticos continúan exigiendo la liberación de quienes han sido encarcelados por participar en este proceso.
Desde la perspectiva de la resistencia noviolenta, este caso nos permite identificar tres aprendizajes:
La importancia de la organización y la planificación a largo plazo: Este caso demuestra que la resistencia noviolenta efectiva requiere una planificación meticulosa y una organización sólida. La creación de la Asociación Civil Súmate en 2002 y la posterior formación de la Red Ciudadana de Supertestigos en 2008 sentaron las bases para la estrategia electoral de 2024. La conformación de los «Comanditos» fue la culminación de años de trabajo y preparación. Este aprendizaje resalta que la resistencia noviolenta no es un acto espontáneo, sino un proceso estratégico que exige tiempo, dedicación y coordinación.
El poder de la participación ciudadana y la autoorganización: Los «Comanditos» fueron fundamentales para garantizar la logística, la defensa del voto y la transparencia del proceso electoral. La participación masiva de ciudadanos comprometidos, tanto dentro como fuera de Venezuela, demostró que la autoorganización es una herramienta poderosa para enfrentar regímenes autoritarios. La capacidad de los ciudadanos para movilizarse, coordinarse y proteger el voto, incluso en un entorno adverso, subraya la importancia de empoderar a la sociedad civil y fomentar la participación activa en la defensa de la democracia.
La necesidad de adaptarse y responder a la represión: La respuesta del régimen a la victoria opositora fue la represión, la persecución y la criminalización de líderes y activistas. Sin embargo, la resistencia no se detuvo. La creación de redes de auxilio para proteger a los perseguidos y la continuidad de la lucha por el respeto de derechos y la liberación de los presos políticos demuestran esa capacidad de adaptación de la resistencia noviolenta. Este aprendizaje destaca que la resistencia debe ser flexible y resiliente, capaz de enfrentar la represión y mantener la lucha por la democracia. Uno de los entrevistados, aún en resguardo, advirtió: “La energía ciudadana en favor de la democracia no se eliminó con represión”. Con buena parte del liderazgo en la clandestinidad, la resistencia ciudadana noviolenta se prepara para una nueva etapa.
Por: Guacharo 2025 (seudónimo)