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  • Dic 21, 2022
  • 5 minutes

La noviolencia gandhiana, una experiencia de vida


Daniela Sepúlveda Ruiz

Tengo dos meses en la Universidad Gujarat Vidyapith, que fue fundada por Mahatma Gandhi en la ciudad de Ahmedabad, dentro del estado de Gujarat (India). Aquí estoy aprendiendo sobre la teoría y aplicación de la noviolencia gandhiana y debo decir que el enfoque es muy distinto a lo que conocía antes como noviolencia. Para empezar, la universidad se fundó el 18 de octubre de 1920. La palabra Vidyapith se divide en dos: Vidya significa, principalmente, conocimiento correcto, y Pith, los lugares o asientos ocupados por las personas sabias. Vidyapith puede ser interpretado como la sede de aprendizaje de las enseñanzas y las prácticas completas. En la inauguración, Gandhi dijo: “en esta ocasión, diría sin exagerar, que no he hecho nada que pueda compararse con lo que estoy haciendo hoy. Solo he dado un mantra, si una comunidad puede hacerlo. He realizado el acto de rishi» —en sánscrito es un término que refiere a una persona realizada e iluminada.

En esta universidad, la noviolencia está institucionalizada, es decir, tiene un enfoque transversal que puede observarse en la distribución de los espacios y cómo estos se construyeron tomando en cuenta la naturaleza. Hay árboles en el centro de la calle y en otras áreas, sean abiertas o cerradas. Este lugar es un ecosistema creado conscientemente para aprender practicando y viviendo la noviolencia. Es un espacio donde todas las condiciones están puestas para que vivas y te desarrolles en un entorno noviolento. A diferencia de otros sitios de la ciudad de Ahmedabad, aquí en la universidad se siente la tranquilidad. Puedes encontrar desde huertos hasta Khambhati Kuwa, estructuras redondas que están enterradas y construidas con ladrillos, que funcionan como retenedores de agua de lluvia y que canalizan el agua hacia el subsuelo y evitan que la universidad se inunde en época de lluvias.

El curso International Course On Gandhian Nonviolence dura cuatro meses, yo ya he completado dos. La mayor parte del tiempo realicé las actividades dentro del campus. Todos los días practicamos una rutina que Gandhi realizó en sus últimos años de vida. Se empieza el día temprano, se reza en grupo y se hace Safai —rutina de limpieza de áreas comunes. Hay tiempo para actividades personales antes del desayuno. En la primera clase del día aprendemos a hacer Khadi: una tela de fibra natural hilada y tejida a mano promovida por Gandhi como swadeshi o autosuficiencia que se usó para la lucha por la libertad e independencia de India. La segunda y la tercera clase son sobre la filosofía gandhiana y la noviolencia. Entre las clases, hay tiempo para la comida. Una vez terminadas las clases tenemos tiempo para realizar las tareas antes del último rezo del día y la cena.

Es así como avanzan los días en un grupo intercultural donde se comparten y discuten los temas que abordamos. Es un grupo que se nutre de la cultura de Nepal, Japón, Gambia, Estados Unidos y México. También hay musulmanes, hare krishnas, cristianas y una escéptica de la religión que no se salvó del catolicismo en su infancia. Hasta ahora hemos tenido un viaje de estudios donde tuve la oportunidad de conocer tres escuelas rurales de educación básica y universitaria. Ahí la práctica de la noviolencia se puede ver institucionalizada de otra forma, instalada en los juegos, las actividades diarias, las clases y los espacios comunes.

Hasta ahora, he aprendido sobre el programa constructivo propuesto por Gandhi, que considera la unidad comunal, la eliminación de la intocabilidad, la prohibición, la producción, las industrias y el saneamiento de las comunidades, la educación básica, el papel de las mujeres, la educación en salud e higiene, los idiomas nacionales, la igualdad económica, la mano de obra, las personas leprosas, el estudiantado y sobre el lugar de la desobediencia civil dentro del programa constructivo. El Ahimsa, que parte del principio de que todas las personas pertenecemos a un todo y, por ende, aboga por el respeto a la vida y por evitar la violencia hacia los demás, y la noviolencia activa que reconoce la importancia de la acción, de la práctica. Mis reflexiones van en torno a nuestra capacidad de reconocer la relación entre el actuar individual y la realidad que vivimos como sociedad. De reconocer que el fin no justifica los medios, por el contrario, el fin y los medios deben estar en concordancia.

Creo en la divinidad de la humanidad cuando actúa consciente de su interconectividad, de su interrelación, de su coexistencia. Un acto de amor es tanto una expresión de esperanza para la humanidad como una luz hacia la dignidad humana. Hay que ser valientes para procurar, cuidar, proteger y defender el amor y para las consecuencias que eso implica.

Así, si la verdad es el fin, la noviolencia es el medio y el único medio que nos llevará a vivir en ese mundo que soñamos no puede ser otro sino el amor supremo, que hace a un lado la otredad y considera el entorno como una extensión de nuestro cuerpo. Esa búsqueda me trajo aquí a aprender la noviolencia gandhiana desde la teoría y práctica. Si Gandhi se empeñó en buscar la verdad, yo diré que toda mi vida he buscado el amor y me he empeñado en encontrarlo en todos lados. En la búsqueda de vivir la noviolencia diré que la noviolencia es amor.

Tomando en cuenta lo anterior, la noviolencia es también reconocer el poder individual para transformar nuestra forma de pensar, decir y actuar, en todos los espacios que ocupemos y cómo eso, en colectividad, termina transformando nuestra realidad. Esa realidad que nos tiene inconformes y que nos violenta. Desobedecer a los mandatos sociales, políticos y económicos nos exigen conocer las formas o estrategias de poner en práctica la noviolencia para evitar perpetuar las violencias. Ejercer una ciudadanía consciente e involucrarnos en acciones noviolentas desde lo individual o en lo colectivo, a través de colectivas y organizaciones de la sociedad civil, significa fortalecer los movimientos sociales que procuran la justicia social para todas las personas. 

Larga vida al amor supremo, el que es genuino, valiente, respetuoso, transparente y sin secretos. Que la magia de esta vida se haga presente al coincidir en intención, tiempo y lugar para conspirar a favor de lo que sentimos y no de lo que termina siendo utilitario para una sociedad que no nos reconoce como humanos.

Daniela Sepúlveda Ruiz

Fronteriza de Tijuana, México. Es economista, activista y hacktivista. Además, promueve la cultura urbana proactiva enfocada en el medio ambiente y la profesionalización del activismo de incidencia desde la noviolencia.

Publicado: 21 de diciembre del 2022

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