De Arias Blanco a Parolin: La resonancia política y moral de la resistencia noviolenta de la iglesia católica venezolana
Por: Guacharo 2025 (seudónimo)
Contexto para los años 1957-1058 en Venezuela
Entre mayo de 1957 y enero de 1958 se produjo el colapso de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, una época oscura que duró más de 10 años, caracterizada por la constante violación de los derechos humanos. La publicación de la Carta Pastoral de Monseñor Arias Blanco en mayo de 1957 encendió la «chispa de la subversión» al denunciar la injusticia social. Este acto de la Iglesia, institución de gran arraigo popular, ofreció una voz moral en un país silenciado por la censura y el terror de la Seguridad Nacional. El 15 de diciembre de 1957 el régimen intentó legitimarse con un fraudulento plebiscito que solo intensificó el rechazo cívico. La oposición se articuló a través de la Junta Patriótica, que unió a partidos y figuras disidentes (incluyendo sacerdotes). El 1° de enero de 1958 el descontento estalló con el fallido alzamiento militar en Maracay, cuya represión exacerbó la crisis. La unión final de políticos, trabajadores, estudiantes, la prensa clandestina, la Iglesia, y las Fuerzas Armadas culminó con la Huelga General Cívica del 21 de enero, que precipitó la huida de Pérez Jiménez el 23 de enero, poniendo fin a la dictadura.
La Carta Pastoral de Arias Blanco
“Desde Caracas hasta Puerto Páez, en el Apure; desde las solemnes naves de la catedral metropolitana hasta la destartalada iglesita de Mauroa, en el territorio federal amazónico, la voz de la Iglesia -una voz que tiene 20 siglos- sacudió la conciencia nacional y encendió la primera chispa de la subversión” -Redacción Revista SIC (2010). 23 de enero de 1958: ”El clero en la lucha”-.
El 1° de mayo de 1957, día del trabajo y fiesta del patriarca carpintero, San José, los párrocos venezolanos leyeron en sus diócesis la carta pastoral de Monseñor Rafael Arias, arzobispo de Caracas. La preparación fue meticulosa. Primero se ordenó la realización de una encuesta desde la Juventud Obrera Católica y posteriormente otras consultas con sacerdotes de todo el país sobre la delicada situación del país.
La carta fue redactada personalmente por Monseñor Arias en 45 días, finalizando la primera semana de abril. Fue distribuida simultáneamente en todo el país y por razones estratégicas su divulgación se pautó para el 1° de mayo. Esta misiva «sacudió la conciencia nacional y encendió la primera chispa de la subversión», trascendiendo fronteras al romper la censura.
Esta carta, motivada por los derechos laborales reconocidos por Pío XII, se gestó gracias a las profundas reflexiones de Monseñor Arias sobre la desigualdad en Venezuela, la riqueza no distribuida, la precaria situación obrera, evocando la doctrina social de la Iglesia. El arzobispo destacó el paso de un país rural a uno urbano e industrial, lo que provocó nuevos problemas sociales. A pesar del crecimiento económico, Arias denunció la injusta distribución de la riqueza, manifestada en desempleo, salarios bajos, condiciones laborales indignas y violación de leyes. Propuso un salario vital obligatorio y prestaciones familiares. La misiva cerró abogando por una evolución pacífica y noviolenta, en línea con la doctrina de la Iglesia.
Sin usar explícitamente los términos «democracia» o «derechos humanos», aludió a estos principios. Denunció la injusticia económica y las condiciones laborales indignas, defendiendo la dignidad del trabajador y exigiendo justicia social. Su llamado a una «evolución sin violencia», representó un desafío al autoritarismo y a la vez -más allá de la revoluciones socialistas en boga en ese entonces- un clamor por la libertad, sentando un precedente de resistencia noviolenta en favor de la justicia social y la democracia en Venezuela.
¿Qué pasó después de la lectura de esta carta?
Tras la divulgación de su carta pastoral, Monseñor Arias Blanco fue citado al Ministerio del Interior. Sin embargo, la Iglesia continuó su labor, con sermones dominicales que inquietaban al régimen y con distintas figuras de la Iglesia emprendiendo diversas acciones desde la noviolencia. Algunos ejemplos son:
El padre Jesús Hernández Chapellín, director del diario católico La Religión, se destacó por su postura combativa, publicando réplicas sin censura y enfrentándose directamente a Vallenilla Lanz, denunciando el régimen de terror y la violación del derecho al sufragio. Este enfrentamiento lo convirtió en un conspirador, uniéndose a la Junta Patriótica.
Otros sacerdotes también se involucraron, como el padre José Sarratud, quien imprimió volantes clandestinos desde la Catedral. La represión gubernamental se intensificó con el levantamiento de Maracay, resultando en la detención de cinco sacerdotes, acusados de ser «autores morales» del alzamiento militar del 1° de enero de 1958, también llamada la Rebelión de Maracay.
A pesar de las amenazas, se mantuvieron firmes. La Iglesia, con el apoyo de sus colegios, participó activamente en la resistencia, culminando en la huelga general del 21 de enero, donde las campanas de las iglesias anunciaron el paro.
Como símbolo de la represión de ese momento, el padre Hortensio Carrillo fue herido ese día mientras decía una misa, a causa del ataque de esbirros del régimen contra una manifestación de médicos que se refugió en la iglesia Santa Teresa. Finalmente, la madrugada del 23 de enero, el régimen fue derrocado.
Trascendencia de la Carta de Monseñor Arias Blanco
La iniciativa de Monseñor Arias Blanco y la resistencia noviolenta de la Iglesia católica en Venezuela en 1957-58 ofrece valiosos aprendizajes ante el autoritarismo actual, especialmente al contrastar con las reflexiones de Erica Chenoweth y la postura de la Iglesia venezolana durante los regímenes de Chávez y Maduro.
El poder de la voz moral y organizada: La carta de Arias Blanco, aunque no explícitamente «política», fue un acto de desobediencia civil que catalizó la oposición. La Iglesia, como comunidad religiosa, proveyó el marco moral (dignidad humana, justicia social) y la capacidad organizativa (púlpitos, redes parroquiales) para difundir un mensaje disidente a nivel nacional. A la luz de las palabras de Erica Chenoweth (2013) -en el video «RPP Colloquium: Why Nonviolent Civil Resistance Works-, se destaca el papel vital de las comunidades religiosas en el fomento y sostenimiento de movimientos de resistencia noviolenta, ofreciendo espacios seguros y mediación.
Tácticas dispersas y disciplina: La lectura simultánea de la carta en todas las iglesias, los sermones semanales que inquietaban al régimen, y la iniciativa de sacerdotes como Hernández Chapellín de publicar su réplica al régimen sin censura, demuestran el uso de tácticas dispersas y el mantenimiento de la disciplina dentro de un movimiento noviolento. Esto minimizó el riesgo de represión masiva inicial y permitió una movilización sostenida.
Erosión del poder autoritario: La respuesta del régimen (intentos de coacción, detención de sacerdotes) y su eventual colapso, muestran cómo la resistencia de la Iglesia contribuyó a erosionar la legitimidad y el poder de la dictadura. La «chispa de la subversión» encendida por la carta se convirtió en una movilización masiva que la dictadura no pudo contener.
Conexión secular-religiosa: Aunque el texto de Arias Blanco se enfoca en la Iglesia, la posterior integración de sacerdotes, como Hernández Chapellín, en la conspiración de la Junta Patriótica, así como la participación de grupos no religiosos, como estudiantes y médicos en las protestas, contribuyeron a que más actores se sumaran a la resistencia noviolenta.
¿Cómo ha actuado la Iglesia católica venezolana durante el gobierno de Chávez y Maduro?
La Iglesia católica venezolana ha mantenido una postura crítica y de denuncia frente a los regímenes de Chávez y Maduro. Al igual que en 1957 y 1958, ha actuado como una voz moral independiente, denunciando la violación de derechos humanos, la crisis humanitaria y el deterioro democrático. Esto se ve reflejado, por ejemplo en:
Publicación de comunicados pastorales, en los cuales se han criticado los efectos negativos de ciertas políticas gubernamentales hacia la población y se ha denunciado la represión y la persecución. Así, la voz de la Iglesia, aunque a veces vilipendiada y atacada (vandalismo, amenazas a obispos, intentos de crear una «Iglesia católica reformada»), sigue siendo un referente para gran parte de la población.
Desafíos y adaptación: Chenoweth advierte sobre el «aprendizaje autoritario» y la «movilización prematura». Los regímenes de Chávez y Maduro han desarrollado tácticas de represión más sofisticadas, incluyendo la polarización, la cooptación y el uso de colectivos. Esto ha planteado desafíos a la Iglesia, que ha tenido que adaptar sus tácticas de resistencia. Si bien, debido a la fuerte represión post 28J, ha habido una disminución en las grandes protestas de calle, la Iglesia ha mantenido su denuncia a través de sus estructuras pastorales, la ayuda humanitaria y el apoyo a las comunidades.
Importancia del compromiso secular-religioso: El diálogo de Chenoweth enfatiza la necesidad de un «compromiso renovado entre los movimientos seculares y religiosos». La experiencia venezolana resalta que la fragmentación y la falta de una acción colectiva unificada entre diversos sectores de la sociedad, incluyendo actores seculares y religiosos, pueden debilitar el impacto de la resistencia. La capacidad de la Iglesia de 1957-58 para convertirse en un aglutinador de la disidencia fue clave para el derrocamiento de la dictadura.
De la Carta Pastoral de Arias Blanco a la Homilía de Pietro Parolín
En el contexto actual venezolano, y pese a enfrentar un autoritarismo más adaptativo, la Iglesia sigue siendo una institución vital para la denuncia y la promoción de la dignidad humana. La doble canonización de José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, figuras de unidad nacional, reafirma este capital moral y simbólico ante el país. El “médico de los pobres” encarna la ciencia, la caridad y la salud; mientras que Carmen Rendiles simboliza la valentía, la resiliencia y la inclusión a través del servicio educativo. La santidad de ambos revitaliza el llamado de la Iglesia a la dignidad humana, ese mismo espíritu que impulsó la carta de Arias Blanco.
Esta profunda resonancia fue destacada por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado vaticano, durante la misa de acción de gracias por la canonización de los primeros santos venezolanos, San José Gregorio Hernández y Santa Carmen Rendiles. En su homilía, el Cardenal subrayó la necesidad, hoy más oportuna que nunca, de fortalecer y articular mejor el compromiso entre todas las fuerzas que buscan un cambio pacífico y democrático en Venezuela para:
“…abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, solo así querida Venezuela podrá responder a tu vocación de paz. Si las construirás sobre los cimientos de la justicia, de la verdad, de la libertad y del amor, del respeto a los derechos humanos, generando espacio de encuentro y de convivencia democrática, haciendo prevalecer lo que une y no lo que divide, buscando los medios, las instancias para lograr soluciones comunes a los grandes problemas que te afectan, poniendo el bien común como objetivo de toda actividad pública. La canonización de José Gregorio Hernández y de la madre Carmen es un kairos, es decir, un momento oportuno para emprender este camino. No lo dejen, queridos hermanos, no lo dejen pasar inútilmente…” Pietro Parolin (20/10/2025).