Elthon Rivera Cruz
Mahatma Gandhi dijo que la humanidad puede liberarse de la violencia solo por medio de la noviolencia. Esta idea, dicha por uno de los activistas más importantes en la historia de la resistencia civil noviolenta, sirve de base para este artículo que aborda los métodos violentos empleados por el gobierno de Nicaragua para reprimir a la población civil que se opone desde acciones pacíficas, específicamente contra la violencia digital que promueve el régimen. Cabe preguntarse, entonces, de qué manera es posible enfrentar este tipo de violencia desde las ideas y las prácticas de la noviolencia. Este abordaje requiere, sin embargo, un contexto sociopolítico que describa la situación actual del país.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional, mejor conocido por sus siglas FSLN, es el partido político responsable de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, quienes se mantienen en el poder desde el 2007. Esta organización política, que se presenta como un partido de izquierda, se ha caracterizado siempre por su tendencia al uso de la violencia como método para enfrentar conflictos. Históricamente, el FSLN ha sido responsable de guerras en la década del setenta y ochenta del siglo pasado y fue partícipe de grandes protestas violentas en los noventa e inicios del año 2000. El FSLN siempre ha demostrado ser una organización cuya línea de acción para obtener sus objetivos se ha basado en una serie de antivalores como el uso de la violencia. No obstante, en el marco de la actual crisis sociopolítica que estalló en el año 2018, la población nicaragüense en protesta, con una gran participación de las juventudes, optó por no entrar en el campo de batalla de la dictadura e intentó no repetir los patrones de la violencia como mecanismo de resistencia social —se empezó a optar por la vía de la resistencia civil no armada. La ciudadanía se equipó con diversos métodos de acción noviolenta en las calles como marchas, plantones, piquetes, actividades artísticas, sátiras, entre otras. Se mantuvo este tipo de acción cívica tanto como fue posible, pero la magnitud del uso de la fuerza letal por parte del régimen fue restringiendo de forma acelerada cualquier espacio para la acción ciudadana, obligando a la población a refugiarse en otra trinchera, una que le permitiera seguir expresándose al tiempo que le mantuviera más segura: la vía digital fue la mejor opción.
Al principio, el régimen de Ortega tenía mucha desventaja en la vía digital. La mayoría de la población nicaragüense, que es una ciudadanía joven, logró hacer de los medios digitales su zona de acción y de refugio. En esa esfera, la violencia física no llegaba. Al ser esta forma de violencia la que más identifica la fuerza del gobierno sandinista, este se encontró con un escenario en el cual no tenía tanta fortaleza.
Las acciones noviolentas en redes sociales por parte de la población opositora fueron diversas, desde infografías y artículos hasta pódcast, vigilias virtuales y boicots, entre otros tipos de métodos diferentes que la población logró implementar gracias a la tecnología digital. Esto rindió frutos: a la sociedad nacional e internacional llegaron las campañas de protestas. De esta manera se expuso cada vez más al régimen como una dictadura responsable de crímenes atroces.
Cuando el régimen fortaleció su violencia digital, esta inició con espionajes desde las redes sociales, amenazas dirigidas por paramilitares y fanáticos de la dictadura en contra de las personas opositoras y sus familias. Pronto llegó a establecer equipos complejos para desarrollar un fuerte programa de ataques virtuales. Esto lo hicieron mediante la implementación de laboratorios de bots y granjas de troles destinadas a monitorear a las personas no afines al régimen y acosarlas para infundirles temor. De la mano de estas agrupaciones creadas por el gobierno y equipadas con las modernas tecnologías se desarrollaron planes de distribución de noticias falsas, acusaciones públicas de falsos delitos contra opositores y propagación de mensajes de odio desde los líderes de la dictadura —siendo Rosario Murillo, esposa de Daniel Ortega, una de las principales figuras en la producción y la distribución de este tipo de mensajes. Por otro lado, el Poder Legislativo, también al servicio del régimen, aprobó una ley que criminalizó las manifestaciones virtuales y la libertad de expresión e información (Ley de Ciberdelitos). Con todo esto, el régimen de Ortega logró instaurar su plan de violencia digital.
Muchas personas y organizaciones han sido afectadas por los ataques de violencia digital ejecutados por la dictadura sandinista. Por ejemplo, en el 2020, la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humanos, una institución costarricense que ha estado dando seguimiento a la crisis de Nicaragua, denunció ataques cibernéticos por parte del gobierno de Nicaragua. De forma similar un año antes de las denuncias de la Fundación Arias, el periódico nicaragüense La Prensa denunció ataques contra sus sitios web por parte del gobierno, utilizando miles de bots. El hecho fue descrito como un ataque contra la libertad de expresión y prensa. Mediante las redes sociales, muchos activistas y defensores de derechos humanos también han sido acosados y amenazados, siendo esto parte de las torturas psicológicas de las que han sido víctimas.
En estos escenarios es importante reconocer que la violencia digital debe ser contrarrestada con acciones noviolentas, desde la virtualidad es posible hacerlo. Hay que tener en mente que el tema de la seguridad, una de las características de la acción cívica y pacífica, aplica tanto para las actividades presenciales como para la virtualidad, pues también en las redes sociales y en otros medios digitales se puede correr peligro. En este sentido es bastante útil aprender sobre ciberseguridad. Actualmente, hay muchos recursos gratuitos y de fácil acceso para capacitarse en este tema que, entre otras cosas, incluye el evitar que sea pública nuestra ubicación, no compartir direcciones de la vivienda o la de otros miembros de la familia, así como verificar la veracidad de la información que se comparte. Uno de los mecanismos utilizados para confundir e incluso violentar poblaciones enteras son las noticias falsas. Es necesario definir las fuentes de información, esto se puede lograr siguiendo las cuentas oficiales de los medios de noticias y no compartir información de fuentes dudosas, revisar la lista de contactos y personas que nos siguen en redes sociales y eliminar a las que se puedan identificar como peligrosas o desconocidas, denunciar las cuentas falsas que finjan ser otra persona u organización, tomar pruebas de las amenazas recibidas y denunciar la cuenta desde la cual se recibió —no es recomendable responder a este tipo de mensajes. Las acciones que se pueden llevar a cabo para maximizar la seguridad digital son muy variadas.
La violencia debe ser denunciada en cualquier espacio que se presente, y en la esfera digital es posible realizar denuncias y obtener buenos resultados. Por ejemplo, cuando Daniel Ortega instauró la granja de troles, varias personas afectadas empezaron a denunciar estos hechos. La denuncia alcanzó a medios de comunicación internacional, se volvió un tema de interés y esto por sí mismo ya es un logro noviolento. Como resultado de esto, la empresa Facebook (Meta) logró contrarrestar los troles de la dictadura en las redes sociales, casi mil cuentas y más de una centena de páginas del régimen fueron canceladas.
Otra de las cosas a tener en cuenta es que la dictadura busca posicionarse en la esfera virtual y para esto necesita, al igual que cualquier otra organización, lograr alcance y visualizaciones de sus contenidos. Esto significa que si bien sus mensajes están dirigidos para llegar a sus seguidores y ganar nuevos adeptos no evitan que los opositores también accedan a ellos. Cuando los opositores reaccionan a las provocaciones del régimen están contribuyendo a un mayor alcance de la publicación, si se siguen estas cuentas y se marca cualquier me gusta (like) o sus derivados, de alguna forma se contribuye a que otras personas lo vean y también reaccionen, propagando la provocación y aumentando la actividad de la misma. En su lugar es mejor ignorar el contenido. Si se quiere hacer algo al respecto se pueden implementar campañas de resistencia civil en redes, por ejemplo, contrarrestando el mensaje. Esto quiere decir que, si la dictadura distribuye mensajes de odio y de violencia, los actores cívicos pueden aumentar sus publicaciones de contenidos de amistad, amor, tolerancia y paz, demostrando a la población en general que tiene una actitud y expresión política distinta al régimen. Otra forma es el boicot, mencionado anteriormente. Si se denuncian cuentas, páginas o publicaciones específicas de forma masiva y organizada, es posible que el contenido de la publicación sea bloqueado.
Se debe recurrir a la creatividad en la resistencia cívica digital, la tecnología permite realizar cientos de contenidos audiovisuales que tienen un margen de distribución bastante amplio en las redes sociales. Nicaragua cuenta con una población predominantemente joven, lo que significa un número significativo de usuarios en estas redes. Alcanzar un mecanismo para hacer frente a la violencia digital es posible con la noviolencia, sin olvidar a los mejores aliados en estos espacios: la ciberseguridad y la creatividad.
Elthon Rivera Cruz
Activista por los derechos humanos, la libertad académica, la acción noviolenta y construcción de paz. Presidente y fundador de la Iniciativa Puentes por los Estudiantes de Nicaragua (Ipen).
Texto realizado en alianza con FES y publicado el 14 de junio del 2023