María Corina Muskus Toro
El 27 de abril del 2021, luego de testimonios dispersos por las redes sociales, 74 venezolanas pertenecientes al mundo del entretenimiento decidieron crear #YoTeCreo. Esta instancia de activismo feminista digital en contra de la violencia sexual surgió en Venezuela como un ejemplo de resistencia civil noviolenta. Luego de la creación del hashtag, cientos de mujeres venezolanas se unieron usando Twitter e Instagram y compartieron sus experiencias de violencia sexual. En la primera semana de la creación de #YoTeCreo se generó una base de datos de 585 testimonios de mujeres que contaban hechos de violencias vividas y hubo más de 6,500 mensajes de apoyo. Este activismo feminista digital fue seguido en discusiones públicas por parte de las oenegés locales que tenían como fin visibilizar y hacer conciencia de prácticas culturales que normalizan las violencias contra las mujeres.
El #YoTeCreo Venezuela nos recuerda a otras expresiones de movimientos feministas digitales que, a través de un hashtag, agruparon historias y testimonios para exponer las violencias contra las mujeres y niñas, así como a una cultura patriarcal muy arraigada que continúa discriminando y violentando. Una de las referencias más famosas sobre activismo digital es el #MeToo, creado por Tarana Burke, y que, posteriormente, fue usado por Allysa Milano en 2017 en Twitter —generando una reacción mundial para la visibilización de las violencias contra las mujeres. Sin embargo, en Latinoamérica, y mucho antes del #MeToo, ya existían iniciativas similares: #NiUnaMenos, una campaña argentina que visibilizó la violencia doméstica y los feminicidios y se expandió al resto de latinoamérica; o, #MiPrimerAcoso, que inició en Brasil y se amplificó a México. Las similitudes entre los activismos digitales se caracterizan por su espontaneidad, el hecho de que son orgánicos, rápidos y sin mucha planificación. Poco conocemos sobre el impulso y las perspectivas de las mujeres que lideran estos activismos y, por esa razón, entrevisté a ocho de las integrantes del #YoTeCreo —en adelante lideresas— para detallar cómo se organizó y creó esta explosión feminista digital en Venezuela.
En primer lugar, como investigadora latinoamericana, comencé con el planteamiento de que el #YoTeCreo no era un movimiento trasplantado del norte al sur, como rápidamente algunos medios sugirieron. Al contrario, los feminismos transnacionales y regionales fueron parte importante para el surgimiento del #YoTeCreo, incluidas las experiencias de movimientos digitales en Latinoamérica, el aumento de la sensibilización sobre temas de violencias contra las mujeres en Venezuela y el mundo, el rol de las mujeres migrantes y, finalmente, el estatus de influencia que tenían las fundadoras del movimiento. Luego de realizar las entrevistas pude vincular circunstancias y hechos que, entrelazadas e interconectadas, permitieron la viralización del #YoTeCreo en el mundo digital venezolano. Como sostienen las investigadoras de movimientos feministas digitales Rovira, Garibotti y Hopp, los nuevos movimientos digitales han sido alimentados e influenciados por movimientos preexistentes.
Un hallazgo importante sobre el surgimiento del #YoTeCreo fue el rol de las mujeres migrantes. Muchas de las integrantes del movimiento se encontraban en el extranjero, un asunto que fue clave para la implosión de este activismo digital. Esto fue producto de dos circunstancias. En primer lugar, las venezolanas migrantes se sentían más seguras de liderar este movimiento porque se encontraban en un lugar distinto al de los perpetradores y, además, no corrían el riesgo de ser perseguidas por el Estado, al que definieron como autocrático, con amplios casos de persecución y encarcelamiento a la disidencia. Esto confirma los estudios realizados por las investigadoras Lee y Murdi que explican cómo las estructuras locales fomentan o desincentivan la participación en el activismo feminista digital. En segundo lugar, estar en el extranjero les permitió abrirse a conocimientos feministas y descubrir otras realidades más allá del estado de sobrevivencia que vivían debido a la emergencia humanitaria compleja en Venezuela —que no les permitía conocer más allá de su propia realidad y contexto.
Las lideresas no demostraron tener conocimientos específicos sobre los derechos de las mujeres y las niñas —hay que recordar que no eran activistas ni tenían formación en género o derechos humanos, ellas eran artistas, músicas, cantantes o pertenecían al mundo del entretenimiento, salvo pocas excepciones. Aún así, todas entendían la discriminación histórica de las mujeres a través de sus propias experiencias personales de discriminación y violencia que han sufrido. Esos saberes y conocimientos feministas encarnados también constituyeron elementos claves para el surgimiento de este movimiento noviolento.
Es importante destacar que, similar a lo que ocurrió con el #MeToo luego del tuit de Alyssa Milano, el momentum de este activismo digital tuvo que ver con las personalidades que llevaron este mensaje. Es decir, primero, porque el comunicado venía de venezolanas del mundo del entretenimiento con fama, estatus y poder —como el hecho de tener miles de seguidoras en las redes sociales —; y, segundo, porque los hombres que fueron nombrados como perpetradores de estas violencias también tenían fama y eran reconocidos en la industria. Estos dos factores, el de las lideresas y los perpetradores, contribuyeron al éxito de #YoTeCreo.
De conformidad con mis hallazgos, el factor más importante para que #YoTeCreo se volviera viral fue el hartazgo. En la investigación planteo al hartazgo como un concepto teórico, localizado en Latinoamérica donde la impunidad impera. Esto significa generaciones de experiencias colectivas y acumuladas de violencias contra las mujeres, nuestras hermanas, madres, tías, amigas. Es el momento de frustración límite donde no se puede tolerar más violencias, se necesita actuar. Está conectado a los sentimientos de frustración e ira, pero va más allá. Son conocimientos encarnados y conectados a los saberes feministas que se encuentran en constante expansión. Este hartazgo no es individual sino colectivo, y se nutre desde la sororidad de muchas mujeres que, compartiendo experiencias similares de violencias, deciden activamente crear movimientos feministas digitales —como el presente caso #YoTeCreo. Este hartazgo se reflejó en un comunicado, no de una sola mujer por Twitter, sino de 74 venezolanas que decidieron crear esta movilización feminista digital. El hartazgo, los sentimientos de ira y frustración conectados con conocimientos feministas encarnados y la colectividad compartida permitieron esta instancia de feminismo digital.
Si bien la participación y el liderazgo de campañas ciberactivistas pudiera sonar exitoso y participativo, también tiene sus costos. Las lideresas de este movimiento no esperaban el nivel de viralización luego del comunicado. Su objetivo era amplificar las voces de las mujeres que estaban usando las redes sociales para compartir testimonios y experiencias de violencias. Ellas generaron un espacio de conciencia colectiva que no se había presentado antes en Venezuela. Pero, las lideresas no estaban preparadas para lo que sucedió después, comenzando con que, para muchas, era la primera vez que se involucraban en el activismo. No contaban con las herramientas necesarias para apoyar y acompañar los casos de violencias que les eran compartidos diariamente. No tenían formación en género, derechos humanos, ni tampoco eran abogadas o psicólogas. No estaban preparadas para sostener el movimiento. De la misma forma, muchas se reencontraron con sus propios traumas y experiencias de violencias como resultado de esta viralización. Esto es lo que las investigadoras Mendes, Ringrose y Keller han destacado como el impuesto emocional del ciberactivismo.
Otro de los desafíos que enfrentaron las lideresas fue el trabajo no remunerado, realizado en su mayoría por mujeres. Este trabajo incluía la participación en entrevistas de televisión y radio, eventos online, organizar la red social, ir a reuniones con oenegés, organizar la base de datos y referir casos a organizaciones locales, responder a las mujeres que compartían su testimonio, entre otras cosas. Muchas lideresas pusieron en pausa sus proyectos y su vida personal para poder sostener la explosión del #YoTeCreo, otras tuvieron que dejar el liderazgo de este activismo por lo abrumador y lo traumático que resultó para ellas.
Esta instancia de ciberactivismo fue espontánea y poco planificada, esto creó dificultades para su continuidad en el tiempo —como sostienen otras investigaciones sobre activismo digital cuando afirman que estas se disparan fácilmente en las redes sociales y luego disminuyen progresivamente. La importancia y el impacto del activismo digital todavía está por estudiarse. Esta investigación ofrece oportunidades para investigar los contextos políticos y su relación con el ciberactivismo, así como los costos y desafíos de las mujeres que lideran estos espacios. Finalmente, este caso demuestra que el activismo feminista digital no depende de conocimientos académicos previos ni de la experiencia activista, sino que puede generarse a partir de un sentimiento colectivo, el hartazgo y la necesidad y el deseo de activarse para visibilizar las violencias machistas.
Nota
Este artículo proviene del estudio realizado por la autora para su tesis de investigación de la maestría en leyes en Osgoode Hall Law School, York Universidad, titulada: “Hartazgo, Understanding How #YoTeCreo emerged in Venezuela. Fue publicada en diciembre de 2022.
Reconocimientos
Quisiera agradecer a las fundadoras del #YoTeCreo y, en particular, a Ella Bric, Laura Guevara, Mafer Bandola, Loló Bello, Ariana Gonzalez, Ana Elba Dominguez y Nana Cadavieco por su liderazgo, compromiso y por participar en mi investigación.
María Corina Muskus Toro
Venezolana, abogada feminista y, actualmente, es estudiante del Doctorado en Osgoode Hall Law School, York University (Canadá). A través de metodologías feministas participativas analiza las perspectivas de las mujeres que han experimentado violencias sobre el sistema penal en Venezuela. Cuenta con un LLM en Osgoode Hall Law School y otra maestría con especialidad en género y derechos humanos de la American University Washington College of Law (Estados Unidos).
Publicado el 22 de marzo del 2023