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  • Mar 16, 2022
  • 8 minutes

Ensayos perdidos de solidaridad


Eduardo Burger / LABO   (Laboratorio Ciudadano de NoViolencia Activa)

FREN


Abstención Solidaria. La idea tenía su kung-fu. Para mayo de 2018 el gobierno venezolano recurría una vez más a un proceso electoral como táctica para dividir a la sociedad a través de un falso dilema. Si para lograrlo, debía invertir energía, entonces, ¿cómo podíamos usar la fuerza de la opresión en su contra? Veníamos del ciclo de protestas de 2017, uno de los más extensos e intensos del continente. Se respiraban duelos durísimos ante los fracasos y los desencuentros. Se medían los logros. La resaca pisaba cuerpos y pesaba en las calles. Aún había ímpetu, pero la fragmentación y la abulia amenazaban con estallarnos en las manos.

Ante las elecciones se barajaron distintas opciones. Interpelar la legitimidad de los comicios. Persistir en la negociación. Alucinar con violencias. Insistir en ganar cuotas de poder. Documentar, difundir, denunciar cada violación al derecho a la libre participación y el ejercicio íntegro del voto. 

Acaso todo era debatible menos la crisis de confianza que arremetía en el epicentro de la emergencia humanitaria compleja. ¿Alguien exageraba al decir que también le dolía, en el cuerpo, la frustración de no hallar respuesta al colapso? 

Lucía imperativo diseñar alguna clase de respuesta que invitara a la desfragmentación y la generación de confianza, de reconocimiento del desamparo que vivíamos.

Un dólar, un voto. La premisa era polémica. A través de un crowdfund alojado en un país con posibilidades de auditoría robusta, bajo un esquema de transparencia y código abierto que, a su vez, sin muchas complejidades, podía contribuir al anonimato, se invitaba a la ciudadanía venezolana a destinar un dólar a una organización o iniciativa solidaria de probidad. Así, cada quien podía manifestar su desacuerdo o su abstención frente al comicio dudoso que nos atascaba en falsos dilemas mientras avanzaba la devastación. Quienes no contaban con un dólar o modo de depositar su voto, podían recurrir a un vínculo de confianza en el exterior. 

A fin de cuentas, ante el panorama fragmentador que asomaban las elecciones de aquel entonces, ¿por qué no podíamos solidarizarnos con nuestro desamparo, con el abandono y el daño antropológico al que se nos exponía?

Abstención Solidaria. Antes de que arrancara la campaña, descubrimos cuánta falta hacía, todavía, volver a tejernos, hacer cuerpo, fortalecer la red. El dispositivo, descaradamente ocurrente e ingenuo, terminó engavetado.

De gente haciendo y curvas frenadas

Desde 2018, como laboratorio ciudadano, inspirados en el enfoque del “programa constructivo” de Ghandi, en encuentros abiertos, a veces improvisados, nos preguntamos sobre la solidaridad, incluso cómo podía, aún desde un ámbito de reciprocidad, producir jerarquías sometidas a ejercicios de poder que favorecen la estigmatización. Al año, la maniobra de la oposición, en su puja por el ingreso de la ayuda humanitaria a través de las frontera, nos expondría con claridad cuán destructiva la manipulación política de la solidaridad puede llegar a ser. Más tarde, a la vuelta de la esquina, entre 2020 y 2021,  seríamos testigos de cómo el gobierno de facto incrementaba el acoso a ejercicios autónomos de solidaridad como Azul Positivo, Alimenta La Solidaridad y Fundaredes. 

En fin,  ¿qué hace más o menos estratégica la solidaridad en el marco de los movimientos de Noviolencia Activa, en la era del crowdfund y la perpetua crisis de refugiados? Bien visto, si los ciudadanos se encargan de proveerse el amparo que el gobierno les niega, ¿no conserva este su energía para dedicarla entonces a aumentar la opresión y el desamparo? 

Del año de la protesta al año del éxodo, al año de la pandemia -es decir, entre 2017 y 2020- en algún momento las palabras de Paul Preciado en alguna sopa de Wuhan resonaron entre nosotros. Para el filósofo el planeta entero era sometido a las “medidas estrictas de confinamiento e inmovilización que como comunidad hemos aplicado durante estos últimos años a migrantes y refugiados -hasta dejarlos fuera de toda comunidad-” (2020, p. 170). Mientras los refugiados venezolanos eran estigmatizados por el gobierno, las condiciones de precariedad de la población que permanecía en el terruño se hacían no menos agudas. 

Movidos precisamente por el principio de comunidad, nos atrevimos entonces a un nuevo ensayo de solidaridad en alianza con otras cinco organizaciones. Lo llamamos GenteHaciendo. El planteamiento: sumarnos al movimiento Frena la curva nacido en España, para visibilizar, conectar y catalizar las distintas solidaridades que la gente ejercía e inventaba para cuidarse en plena cuarentena.

Pero aquella campaña, que había arrancado con tanta fuerza, también se desbarataría.

La condición de solidaridad

Solidaridad. Digamos que la noción brilla con elocuencia en el movimiento que lideró el electricista de un astillero para desmontar cierta dictadura en Polonia. Agreguemos, acaso, además, que con el apodo de solidaridad una vicaría en Chile amparó a las víctimas de la tiranía de Pinochet y que algún Papa no menos polaco, recalcó cómo la solidaridad conlleva a implicarse en el destino del otro. 

Por otro lado, Levinas (1993, p. 110) en su ensayo Entre nosotros, nos recuerda que “el otro subsiste tras el concepto que le comunico” y que nuestra relación con el otro desborda la comprensión. Atreviéndonos a una arriesgada y errática trasposición, la solidaridad está más allá del concepto desde el cual la tramamos en relación con el otro, más allá de nuestras posturas, pero también de las finalidades y, sin embargo, hace consistir o da consistencia a dicha relación. Como escapa de la comprensión, de sus pretensiones, de la instrumentalización, nos implica en nuestro propio desamparo. 

De ser así, un “dispositivo” de “solidaridad”  parece contravenir la idea de que no se puede ayudar a otro sin implicarse en su existencia. La ayuda que brindo o recibo no es una solución definitiva, antes la interpela y, sin embargo, desafía al desamparo porque en medio de él nos hemos atrevido a interactuar, a reconocernos, a confiar unos en otros. Entonces, sólo en razón de sí misma la solidaridad deviene estratégica al interpelar los cimientos del aparato opresor; tanto más porque trasciende la “mera adhesión” -a decir de Vaclav Havel-, tras la cual este se refugia a través de dádivas y demagogias.

Aún así, tras mucho tantear estas reflexiones, cuando a finales de 2020, el gobierno de facto una vez más apelaría al ejercicio electoral para acorralar a la ciudadanía venezolana, intentamos “hackear” el ya usual falso dilema, invitando a los venezolanos a elegir ayudarse unos a otros para, entre otras cosas, contribuir a contener la fragmentación social. 

Elige Solidaridad, insistimos

Acaso más conscientes de nuestras limitaciones, atentos a nuestras propias aporías frente a otro uso fraudulento de las elecciones como instrumento de dominación, hicimos red y escuchamos atentamente para transformar el concepto de Abstención Solidaria.  La gramática ágil del start-up y el emprendimiento nos llevó a decantarnos por el mínimo ejercicio posible, uno que manifestara, no solo con las usuales declaraciones, sino con acciones, con la praxis misma, nuestra posición frente a los comicios parlamentarios de 2020. 

Diseñamos una micro-campaña por redes sociales para visibilizar los más disímiles ejercicios de solidaridad y movilizar a la población hacia la misma.  El resultado, a través del linktree que invitaba a apoyar distintas iniciativas fue, cuando mucho, escueto, casi ridículo. Pero habíamos elegido, de entrada, abrazar en la desesperación, ese cero-coma-un-milímetro de tierra ganada frente a tierra arrasada en medio del incendio.

Acaso ese fue el primer aprendizaje. Arriesgar aquel microscópico gesto de solidaridad en el marco electoral de 2020, sin ninguna otra finalidad que la solidaridad misma, fue nuestra manera de decirnos que seguíamos con vida. Una vida, además, que aspiraba a la articulación, a la organización. La nuestra era una señal de auxilio de ida y vuelta, donde estaba incluido el deseo, factor que siempre nos parece esencial. 

Seguimos explorando la hipótesis de que la construcción de una campaña masiva para el ejercicio de solidaridad puede también someter a un cuerpo social devastado a una operación que debe atender su desamparo. Volvimos a mirar las redes sociales como un vasto ecosistema con incontables ejercicios de solidaridad, rizos y rizomas que, para acaso adquirir momentum -algo que sería necesario de cara a un dispositivo anclado en la coyuntura electoral- demanda otras formas de articulación. El tejido social es resiliente, “antifrágil”, pero exige un tiempo que no es sino el ritmo de su propia historia conforme se encarna. Nos preguntamos, incluso, pensando en aquel crowdfund que en 2015 aspiró a saldar la deuda de Grecia, si el mero y particular desenfado habría bastado, al menos, como gesto político aún más espontáneo. A lo mejor nos faltó enfocarnos en una sola acción de solidaridad, por más pequeña o debatible que fuese, en vez de apelar a esa “solidaridad de solidaridades”, que algo de totalizador y tranquilizante tiene. 

En todo caso, cumplimos como laboratorio con seguir ensayando alternativas de movilización para contribuir a aumentar el repertorio de innovación táctica. Aceptamos que si bien los dispositivos de manifestación, de protesta, no siempre se concretan ni se articulan de modo idóneo para generar el impacto que ansiamos, bien sirven de metáfora viva a través de la cual producir articulaciones, aprendizajes y capacidades ante los dilemas a los cuales nos somete la opresión, en tanto nos permiten someter posibles respuestas a la prueba más sencilla de todas: la calle, el cuerpo, lo común, lo inapelable; nuestra práctica más cotidiana y cercana de extrañada ciudadanía. 

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Eduardo Burger. Guionista. Activista y creativo del Labo Ciudadano. Co-director de la Fundación Plano Creativo. Docente de la Universidad Católica Andrés Bello.

El LABO, también conocido como Laboratorio Ciudadano de Noviolencia Activa desarrolla campañas, actividades y proyectos enfocados en ofrecer a la ciudadanía espacios de experimentación y deliberación desde tres premisas: fortalecer el tejido social, desarrollar contenido oportuno y diseñar acciones en el marco de los Derechos Humanos.

Referencias 

Levinas, E. (1993). Entre nosotros: ensayos para pensar en el otro. Pre-textos.

PRECIADO, Paul. Aprendiendo de virus. En: Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia, Edit. Aspo, 2020, p. 163-185

* Fragmentos  de este artículo fueron publicados en el blog del Laboratorio Ciudadano de NoViolencia Activa y en el sitio web del Observatorio de Ecología Política.

Publicado: 16 de marzo del 2022

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