Acción noviolenta frente a la colonización hidroeléctrica del río Biobío en territorio mapuche-pewenche
María Francesca Rodríguez Vargas
El Biobío y las dimensiones del colonialismo
El río Biobío está ubicado en el centro-sur de Chile, sus aguas nacen en lo alto de la cordillera de los Andes y desembocan en el océano Pacífico. Es uno de los ríos más importantes del país que brinda el nombre a una de las 16 divisiones administrativas nacionales, la región del Biobío. El río no solo es reconocido por ser el más ancho de Chile y su importancia a nivel hídrico y ecosistémico, sino también por su relevancia histórica y cultural.
Durante la invasión española iniciada en el siglo XV, el río Biobío operó como barrera natural frente a los colonizadores, esto sumado a la resistencia indígena que conllevó a que los españoles no lograran dominar el territorio al sur del río; por lo cual, esta zona fue reconocida como autónoma. Sin embargo, la declaración de independencia y la creación de Chile como Estado no puso fin a la colonización en el Wallmapu – territorio mapuche –. Hacia finales del siglo XIX el naciente Estado chileno propició la llamada “Pacificación de la Araucanía”, un proceso que lejos de ser pacífico, buscó anexar territorios indígenas mediante campañas militares.
Posteriormente, durante la dictadura cívico-militar (1973-1990) se planificó una nueva forma de colonización en la zona cordillerana y precordillerana del río Biobío con la construcción de centrales hidroeléctricas a lo largo del río y en una distancia de alrededor de 50 km. Esto se concretó durante la democracia y ha sido avalado por gobiernos conservadores y progresistas.
La primera de las centrales en instalarse fue Pangue (466 MW), la cual fue autorizada en 1990 e inaugurada en 1996. Posteriormente, en 2004 se inauguró Ralco (690 MW) – la central más grande del país –, en 2007 se inauguró Palmucho (34 MW), en 2014 Angostura (323 MW) y en 2016 el Servicio de Evaluación Ambiental de Chile (SEA) aprobó la construcción de la central hidroeléctrica Rucalhue (90 MW), la cual a 2025 se encuentra en construcción.
Centrales hidroeléctricas en el río Biobío
Fuente: elaboración propia, el mapa base fue generado con Google MyMaps.
¿Por qué la resistencia a la instalación de hidroeléctricas?
El territorio afectado es indígena, específicamente mapuche-pewenche. En 1990, la irrupción de la empresa trasnacional ENDESA, provocó el desplazamiento de más de un centenar de familias, la inundación de los terrenos habitados y sagrados como un cementerio ancestral en Quepuca Ralco. Las acciones de ENDESA y su sucesora ENEL, han producido diversos tipos de violencias, incluyendo procesos de aculturación, perpetuación de la pobreza, impactos en la salud mental, entre otros.
En 2009 Chile ratificó el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que incluye la obligatoriedad de la consulta libre, previa e informada a comunidades indígenas cuando se prevean medidas que les afecten directamente, sin embargo, su aplicación ha encontrado importantes limitaciones. Para la construcción de la central Rucalhue se llevó a cabo una consulta que dejó en evidencia que este mecanismo suele ser una instancia de negociación legal pero ilegítima a favor de las empresas. Porque se lleva a cabo en contexto de relaciones desiguales de poder, alta presión hacia las comunidades y con limitaciones en el acceso a información que no sea la proporcionada por la misma empresa, es decir, la consulta no es libre ni informada.
Una de las tres comunidades mapuche-pewenche consultadas se opuso tajantemente al proyecto y otras dos manifestaron desconfianza. No obstante, en la Resolución de Impacto Ambiental (RCA) emitida por el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) en respuesta al proyecto presentado por Atiaia Energía SpA (posteriormente adquirido por la empresa CWE); se señala que hubo consenso con las comunidades, contradiciendo las actas públicas del proceso y declaraciones registradas en el mismo documento.
La resistencia noviolenta en el Biobío
La resistencia no solo se ha enfocado en la defensa del territorio y cultura mapuche-pewenche. También, la lucha se ha relacionado con la protección de las aguas y ecosistemas ante la inminente tala de bosques nativos y la desaparición de peces endémicos. Por ende, son múltiples los factores que han articulado la resistencia, así como también son diversos los actores que se han hecho parte de la resistencia noviolenta contra las hidroeléctricas en el Biobío: familias mapuche-pewenche, organizaciones locales no indígenas, ecologistas nacionales e internacionales. Esto ha permitido generar alianzas, pero también ha planteado desafíos para la articulación de actores con visiones diversas.
Durante mi investigación registré 30 acciones noviolentas diferentes en los procesos en contra de centrales hidroeléctricas en el río Biobío en distintos momentos entre las décadas de 1990 y 2020, según la clasificación de Michael Beer. Entre las acciones más frecuentes estaban: marchas, piquetes, reuniones de protesta, comunicaciones visuales, uso de símbolos, campañas en redes sociales, lemas, cartas, retiro de lealtad, obstrucción noviolenta, campamentos de protesta, e invasiones y ocupaciones noviolentas como acciones de mayor intensidad.
Los medios de comunicación califican comúnmente a las acciones de resistencia que ocurren en territorio mapuche como “violentas”, siendo esto un reflejo de la violencia cultural hacia personas indígenas. Esto ha llevado a omitir que desde 1990 se han llevado a cabo significativos procesos de lucha noviolenta. En esta línea, las hermanas mapuche-pewenche Berta y Nicolasa Quintreman en 2000 recibieron el premio Petra Kelly por su resistencia noviolenta. Sin embargo, la lucha en contra de las hidroeléctricas en el Biobío no ha sido homogénea ni permanente en el tiempo y tampoco ha estado exenta de conflictos internos y desavenencias sobre la “legitimidad” del uso de la violencia.
Las respuestas de las empresas titulares y el Estado a las acciones noviolentas han sido la violencia física hacia actores civiles desarmados por parte de trabajadores de las empresas y las fuerzas de orden; también se registró la persecución legal y detenciones de actores noviolentos como medidas represivas. Esto ha sido acompañado del desprestigio de adherentes y de los procesos noviolentos a través de narrativas que señalan la confrontación noviolenta directa como “violenta”, a pesar del uso sistemático de la acción noviolenta. Desde el Estado, la respuesta ha sido indiferente y hasta han sido deportados activistas internacionales que mostraron solidaridad con la defensa del río Biobío en el momento en el cual se construiría la central Ralco. En definitiva, el uso de la noviolencia no ha eximido de respuestas directas y hasta violentas desde la contraparte.
Cabe mencionar que en el territorio existen también otras problemáticas territoriales y ambientales que se suman a la construcción de centrales hidroeléctricas. Estas incluyen los monocultivos de nogales, la extracción de ripio, la actividad de forestales o el acopio de baterías en desuso. Estas problemáticas no han tenido una amplia visibilidad o no han generado una resistencia visible, pero su impacto conjunto incrementa los problemas socioambientales en toda la cuenca.
Los alcances de la acción noviolenta
La construcción de hidroeléctricas ha seguido su curso, sin embargo, los alcances de las campañas noviolentas no deben delimitarse únicamente a objetivos concretos, sino que también se puede observar que marcan precedentes a nivel nacional e internacional. Por ejemplo, la génesis de la figura del Ombudsman del Banco Mundial (CAO) está relacionada con la resistencia hacia la construcción de las centrales Pangue y Ralco. De igual manera, especialmente durante las décadas de 1990-2000, las luchas mencionadas se pueden considerar como importantes precedentes de resistencia en el ámbito energético y han sembrado el camino para otras acciones en otras latitudes, tal como se indica en la siguiente cita:
La campaña del Biobío nos derrotaron porque construyeron las dos centrales en ese momento, una gigante y después Angostura. Y ahora […] Pero, durante los diez próximos años, después del fin de la campaña de la defensa del Biobío [después de Ralco], no se volvió a construir otra mega central hidroeléctrica de embalse en Chile. Y volvieron con HidroAysén […] Y nosotros de nuevo con una campaña noviolenta, muy creativa […] Por supuesto, logramos aniquilar ese proyecto, se disolvió la empresa, se devolvieron los derechos de agua, siendo la victoria ambiental socioambiental más rutilante de la historia de Chile (Ecologista chileno, entrevista, 2025).
Las acciones noviolentas marcan precedentes significativos. Lejos de ser pasivas o de baja intensidad, estas acciones desestabilizan las lógicas de poder al confrontar de manera radical – pero sin armas – la violencia estructural, directa y cultural que sostiene al extractivismo y el racismo. Así, aun cuando no se traduzcan inmediatamente en “éxitos”, las campañas noviolentas como en el río Biobío reconfiguran el campo de lo posible, abren nuevas rutas de resistencia y marcan precedentes para luchas futuras. Asimismo, la lucha en contra de la central Rucalhue se mantiene en pie desafiando al extractivismo en el Biobío, con la esperanza intacta de detener la invasión de las hidroeléctricas.
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María Francesca Rodríguez Vargas
Psicóloga social, doctoranda en Ciencias Sociales de la Universidad de Granada, España y becaria de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID). Docente adjunta en UNAB y UVM, Chile.