*Abel Ramírez
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El género, en muchos sentidos, funciona como punta de lanza para el levantamiento de información en torno a las desigualdades sociales, políticas, culturales y económicas que, según las especificidades de cada grupo humano y sus contextos, afectan en mayor medida a las mujeres. El escenario, construido históricamente para beneficiar-nos a los hombres, está repleto de símbolos y significados para que esas condiciones de desigualdad, inequidad y violencias se refuercen narrativa y políticamente en la cotidianidad de los sujetos al punto de, por ejemplo, convertir los roles de género y su asignación en realidades naturalizadas y normalizadas en las que las mujeres llevan la peor parte: discriminación, violencias (física, sexual, patrimonial, simbólica, psicológica), exclusión (del espacio público), marginalización, inequidad salarial y pocas -o nulas- posibilidades de ocupar puestos de decisión política o cultural.
Adicionalmente, estas desigualdades sociales expresadas mayoritariamente en formas de violencias están atravesadas por una estructura lingüística que, en sentido estricto, materializa y naturaliza las distintas expresiones de violencia en el ámbito público y privado. Por lo tanto, si tenemos claro que hay formas específicas de comunicarnos y que están adheridas a la construcción y resignificación constante de nuestras identidades, no es extraño que el lenguaje refuerce la cotidianidad de los sujetos con una carga simbólica de opresión y exclusión con la capacidad de limitar el accionar, en este caso, de las mujeres.
De esa manera se nos presenta un universo masculinizado, machista, patriarcal, androcéntrico y violento que afecta el mundo y las decisiones de las mujeres. Nos enfrentamos a condiciones sociales que valoran de distinto modo a hombres y mujeres, un asunto que supone un alto nivel de discriminación invisibilizada en la que los hombres no encontramos -o no queremos encontrar- las vías para responsabilizarnos y adoptar una postura política frente a las desigualdades sociales y a las violencias basadas en género. En medio de este entramado estructural, que se sostiene en distintos tipos de violencias, surge el trabajo en masculinidades como una oportunidad para abordar, con distintas estrategias, esas violencias a partir del trabajo con hombres. Esto bajo la idea de que los hombres tenemos más ventajas frente a las mujeres, ya que sostenemos y reforzamos las desigualdades sociales y las violencias basadas en género.
La Fundación Lunita Lunera, desde 2020 y con el apoyo de Unicef Ecuador, ha desplegado una serie de estrategias para construir una cultura de paz en la que todas y todos tengamos las mismas oportunidades y libertades. Parte de la intervención está en el ejercicio de repensarnos como sujetos: participar activamente en la transformación de las condiciones de desigualdad y violencias (agencia), modificar el lenguaje y, sobre todo, posicionar-nos como sujetos con la capacidad para cimentar un cambio que, a largo plazo, resignifique la manera en la que nos relacionamos con nosotros mismos, con las otras personas y con el medio ambiente.
De ese modo, el trabajo en masculinidades ejecutado por la Fundación se nutre de tres fuentes: i) un proceso de enseñanza-aprendizaje en el que los sujetos reciben contenidos en torno a temáticas afines al género, las violencias, los derechos humanos, los derechos sexuales y reproductivos, el consentimiento y el lenguaje; ii) la construcción de productos educomunicacionales para la incidencia en localidades específicas; y, iii) la creación de agendas políticas de trabajo con hombres y la vinculación, a partir de la generación de compromisos, con instituciones públicas. Desde nuestra experiencia comprometida, encarnada y activista hemos necesitado todo este «hilo tendido» de acciones conjuntas y significativas para ir retorciendo y estirando el conocimiento que nos devolvía el trabajo colaborativo.
Cada eje trabajado está, a su vez, compuesto de acciones comunitarias y réplicas que se visibilizan en estrategias como la creación de blogs de noticias, la puesta en escena de obras de teatro, el análisis y la resignificación de cuentos infantiles y amorfinos (género musical compuesto por versos y rimas), la grabación de canciones, cortometrajes y documentales que resaltan la interseccionalidad de opresiones, la construcción de pódcasts y programas radiales y la apropiación de los espacios para “salvar”/transformar el barrio utilizando los cuerpos, donde defienden algo que les preocupa, participando desde el arte barrial para poner el mundo al revés.
Todas las actividades, realizadas por niñas, niños y adolescentes (NNA) de barrios marginalizados de las ciudades de Manta y Esmeraldas (provincias costeras del Ecuador), se constituyen como parte de un ejercicio que tiene el tonelaje necesario para modificar comportamientos y proponer salidas contra los femicidios, crear campañas contra la violencia sexual de NNA, poner sobre la mesa la importancia de los derechos sexuales y reproductivos de las NNA y construir sujetos-hombres propositivos que entran en un proceso extenso y complejo de (des)aprendizaje de conductas socializadas en la violencia y en la constante pugna con nuestros pares.
En ese sentido, el trabajo con hombres y las iniciativas de la Fundación Lunita Lunera y Unicef, en última instancia, parten de la necesidad de sostener procesos vinculados a un entramado institucional y cultural para trabajar con un enfoque de género que incentive la construcción de una sociedad en donde la identidad de género, la edad o el lugar de procedencia de las personas no sean causas para tener más o menos oportunidades de desarrollo, mejores puestos de trabajo y/o mejores salarios.
De esta forma, hemos concluido con propuestas situadas sobre la construcción de la masculinidad y a la construcción de una agencia re-pensada sobre la diversidad. La Cultura de Paz se ha sembrado y los brotes son visibles. Más riego, ¡por favor!
*Abel Ramírez. Sociólogo, antropólogo, especialista en Género, Violencia y Derechos Humanos, Coordinador del Proyecto Unicef-Fululu, miembro de la Red Ecuatoriana de Cultura Funeraria y de la Red Ecuatoriana de Masculinidades, voluntario para Warmi-Org.
Publicado: 16 de marzo del 2022