Espacios vacíos

Actividad: visita al ex Penal García Moreno.

Fecha: 09 de enero de 2015.
Participantes: estudiantes de Antropología y Antropología Visual.

Contexto:
El ex Penal García Moreno está enclavado en el tradicional barrio quiteño de San Roque. En medio de las antiguas lavanderías, del mercado, de un museo y de varios colegios, se erigió la edificación, construida en 1879. Según los registros históricos, se trataba del complejo penitenciario más moderno y vanguardista de la época. Entonces, tenía capacidad para 200 personas privadas de libertad. Cuando se inauguró habían 60 presos y 5 guardias. Sin embargo, 139 años después, cerca de 4 000 internos habitaban el penal. Al sobrepasar la cifra (veinte veces más) se deterioraron las condiciones de vida, provocando problemas de hacinamiento, insalubridad e inseguridad.

En febrero de 2014, los presos fueron trasladados al Centro de Rehabilitación de Cotopaxi. Una de las exigencias del cambio fue que los internos no lleven nada consigo, porque se les iba a entregar un uniforme y kit de aseo al ingresar al nuevo complejo.

En el ex penal quedaron sus objetos personales: cocinetas, ropa, libros, fotos, mochilas, y más. En los corredores vacíos se montó una exposición fotográfica para retratar cómo vivían las personas privadas de libertad. Esta muestra, abierta al público, recibió más de 12 000 visitantes. En el recorrido, guiado por personas que trabajaron en el lugar, los participantes pudieron conocer las historias, anécdotas y organización al interior de la cárcel.

Descripción:
La construcción del ex penal García Moreno estuvo a cargo del ingeniero británico Thomas Reed. Para esta obra se empleó un tipo de arquitectura carcelaria denominada panóptico, que fue propuesta por el filósofo Jeremy Bentham, a finales del siglo XVII. Este modelo se caracteriza por poseer una torre central, desde la que los guardias podían vigilar a los prisioneros, sin que ellos se dieran cuenta. Esta estrategia era capaz de crear una sensación de omnipresencia invisible. En el Penal, alrededor de esta torre -que fue reformada luego de una revuelta- están distribuidos los pabellones.

El Pabellón E se empleó en varias coyunturas para los presos políticos. Cada una de sus 34 celdas era compartida por 4 o 5 internos. Entre los ocupantes no existían perfiles socioeconómicos predominantes. Se podría decir que aquí se alojaban los reos con menos derechos. Es en este pabellón precisamente donde está la celda museo de Eloy Alfaro, ex presidente de la República, quien como consecuencia de su postura política fue apresado en la celda 13. El 28 de enero de 1912, un tumulto de personas ingresaron a la cárcel donde estaban detenidos Alfaro, sus familiares y amigos. Los lincharon y, acto seguido, arrastraron sus cuerpos por las calles de la ciudad, para quemarlos en el parque El Ejido. No obstante el nombre del líder liberal constó en las listas de reos por 102 años. En febrero de 2014, el presidente Rafael Correa firmó la boleta de excarcelación de Alfaro.

La realidad del Pabellón E contrasta con la del C. Este último agrupaba especialmente a los detenidos por drogas ilegales, distribuidos en 57 celdas. Habían más extranjeros (mayoritariamente colombianos) que ecuatorianos. Estos reclusos eran los más aventajados económicamente dentro del penal. Por tanto, realizaban adecuaciones y arreglos a las celdas, según sus gustos. Era considerado, por los presos, como el pabellón menos violento y más organizado.

En el Pabellón D, en cambio, estaba el grupo más heterogéneo. En este espacio residían personas con estudios superiores y otras con estudios básicos incompletos. Estaban aquellos que recibían dinero de su familia y los que debían trabajar dentro del penal para satisfacer sus necesidades básicas. Era común encontrar en las celdas anuncios de venta de huevos, arreglo de ropa (sastrería), entre otros. Los delitos predominantes en este grupo eran los de robo y tráfico de drogas.

En el pabellón B, el más violento, la situación era precaria. Los servicios higiénicos eran los más deteriorados. Se establece que la distribución inequitativa del espacio (habían celdas privadas o las que alojaban hasta 15 personas) era uno de los problemas más graves. Los delitos comunes en este grupo eran robo y homicidio. El Pabellón A, de «máxima seguridad» era llamado jocosamente como el de «máxima comodidad». En él se hospedaban los presos cabecillas del narcotráfico, como Óscar Caranqui; banqueros como Fernando Aspiazu o políticos como Lucio Gutiérrez. El lujo era una de las características de estas celdas.  En la actualidad, se está discutiendo si el Penal se convertirá en un museo o en un hotel cinco estrellas. Sin embargo, el registro de las huellas que dejaron en el complejo penitenciario los internos, al ser trasladados, fue documentado por el director de cine ecuatoriano Mateo Herrera en su trabajo el ‘Panóptico ciego’.

Actividades alrededor de la visita:

Los símbolos, las luchas de poder, la disputa por el espacio, la memoria, son algunos de los temas que surgen alrededor de este sitio y que se pueden abordar desde  la Antropología Visual. La visita a la exposición fotográfica del ex Penal García Moreno fue un acercamiento para posteriores investigaciones. Por iniciativa del docente e investigador Eduardo Kingman y los representantes estudiantiles de Antropología y Antropología Visual el viernes, 23 de enero, se llevó a cabo la  exposición del documental de Mateo Herrera. Luego de ver el film se abrió un conservatorio con  Ana María Goetschel, investigadora de la institución .